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2.12.25

Diciembre

Diciembre me indispone. Desde las primeras horas del día uno ya siento el cuerpo rendirse: un peso turbio en las piernas, un zumbido en los brazos, un tambor en la cabeza. Llegan luego las náuseas, la angustia que se aferra al estómago, las urticarias que brotan como pequeñas protestas del alma. Las prisas malhumoradas.

Me aterran los almanaques que pasan páginas como si dictaran sentencia, las apps que recuerdan tareas que no quiero ver, los cohetes que anuncian fiestas que no deseo, y ese coro publicitario de turrones que invade cada rincón. Y lo peor: el desfile interminable de catálogos de juguetes y aplicaciones de compras, auténticos heraldos del caos.

Que alguien detenga diciembre.

Que alguien lo ponga en pausa, lo silencie, lo exilie. 

Por favor, ¡que lo suspendan!

Que suspendan diciembre entero y parte de enero de todos los calendarios de mi vida. Saltémonos el invierno. Y que llegue pronto la primavera como mejor regalo de la Navidad que nunca existió.



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