A veces, amanecía “serena” y todo parecía encajar sin esfuerzo. Otros días, despertaba “duda” y el mundo le quedaba grande como un abrigo ajeno. Había mañanas en que era “fuga”, y una vez –solo una– apareció siendo “despedida”.
Un amigo le dijo un día:
—El problema es que no decides quién eres.Ella sonrió.
—No es que no decida quién soy –le respondió–. Es que soy lo que siento y siento lo que digo.
Y se marchó sin decir nada más, por temor a convertirse en “final”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si no tienes cuenta de Google puedes dejar, si lo deseas, tu nombre en el texto de tu comentario.