Finales
Azul
Dos intensos toques de color azul cobalto sobre el lienzo blanco le bastaron a la artista.
El cuadro se exponía en la galería más famosa de la ciudad. Cuando se acercó a contemplarlo, se quedó hipnotizado. No podía mirar para otro lado. Tardó un buen rato en conseguirlo. Cuando se retiró se le acercó la autora con un elegante vestido del mismo color.
—Parece que te ha gustado — le dijo ella —. ¿Pero lo has entendido?
— Antes, no. Pero ahora, sí — le respondió él —. Y se fueron juntos.
La curiosidad mató al gato
— No señor, es para siempre, pero si se ocluye se dará cuenta.
— ¿Y se ocluyen con frecuencia?
— Algunas veces, cuando pasa el tiempo.
— Tengo sesenta y cinco ¿Dará tiempo a que se ocluya? —dijo sin poder evitar reírse de sí mismo.
Juego de espejos
Habia una cómoda en la habitación que ocupaba todo el testero frontal. Una cómoda antigua, alta, de tres espejos; como un tríptico. El central inamovible, los otros dos que se plegaban hacia adelante.
El juego, su juego, consistía en colocarse frente al espejo central, cerca de él, y doblar los laterales hacia ella de tal forma que su figura se viera multiplicada por dos una y otra vez.
De esta manera, ella, que estaba sola, sin mas niños por allí con quien jugar, se pasaba las horas haciendo muecas, poniendo caras, inventando burlas y cucamonas, subiéndose las trenzas o cantando y bailando delante de los espejos, como una auténtica payasa muerta de la risa, hasta que su abuela la llamaba.
De modo que creció pensando que podía tener muchas vidas sin dejar de ser ella en todas.
No contó con los personajillos que vivían colgados del techo, ni con los duendes agazapados debajo de la cama o escondidos en los rincones de aquella habitación, que pronto empezarían a manifestarse con alguna travesura. Ni mucho menos con los humanos que habitaban el mundo exterior, más allá de su entorno. Los antagonistas, esos seres diablunos que luego poblaron la vida.
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* Diabluno: no la busquen en el diccionario de la RAE.
Cambio físico
El canto del mochuelo
Salto mortal
Ella se balanceaba en el columpio bajo destellos de luces multicolores. Él, le daba la réplica, esperando alcanzar por la fuerza de su empuje el preciso instante para el enlace tras el salto. Abajo, en la pista, los hijos –payasos tristes– caían uno tras otro como fichas de dominó por obra y gracia de un primer chute, sin opción ni tiempo ya para escapar de aquel juego de secundarios perdedores. Los dos números se desarrollaban a la vez, en un perfecto caos, signo de identidad de aquella troupe. No había público ni aplausos, pero el negocio resultaba más que rentable para los promotores. Los protagonistas, sin embargo, vivían sus delirios circenses en aquel viejo almacén de uralita, a las afueras de la gran ciudad, puestos de droga hasta los ojos y a punto de alcanzar la gloria con un triple.
Insomnio
Amigas
— La vida se me ha hecho bola.
— Siéntate a mirar el cielo y cuenta estrellas y nubes. Es lo que necesitas.
— ¿Y luego?
— Cuando te canses busca otra puerta y entra de nuevo.
— A la misma vida, ni loca.
— No, loca, detrás de cada puerta hay una vida distinta.
— No estoy yo muy segura de eso.
— Si no lo haces, nunca lo sabrás.
— Vale, me voy al descansillo. Allí te espero.
— No te olvides de cerrar. ¡Con las dos vueltas!.
Greguería
El sentido de la vida es estar vivo. Los fantasmas no tienen sentido del ridículo que hacen.