Los fines de semana siguen siendo sagrados. Más para re-picar en el bar que para ir a misa.
Un latido extra
Ojos que ven corazón que siente
Engelante
Como jugo salado de dolor exprimido se escurre la lágrima de la diosa por el párpado inferior, se desliza por la mejilla rosada en su camino hasta la comisura de los labios, resbala luego por la barbilla y se precipita como gota de lluvia hacia el espacio helado. Y en mala hora cae en el fondo del vaso del que será el último whisky del último rincón de mala muerte de una trágica noche de perros violentos, convirtiéndose en cubito de hielo petrificado.
Amor anónimo
Ayer en la mañana el cartero dejó en el buzón una carta sin remite con un corazón sin nombre. Me sentí como un chiquillo a pesar de mis años. Encendí la radio y me puse a bailar. Regué mis flores y entoné una canción. A media tarde me bañe en agua templada, me puse guapo y me vestí con una camisa de colores. Estoy ansioso por recibir la próxima carta.
Demasiado tarde
Tal vez en otro momento. Pero ahora no. Ahora voy a ser el garbanzo negro de la familia que no acude con puntualidad allí donde se le espera; ese mal hijo que desprecia el cargo de gerente que me ofreces en tu prestigiosa fábrica de cerveza, donde podría llegar a ser un hombre de éxito, como es tu deseo. Pero ahora no. Porque ahora quiero pedalear hasta el pico más alto de mis sueños y vivir mi propia carrera. Tal vez vuelva luego demasiado tarde, tras un paseo desigual por la vida. Pero sólo entonces podré sentarme tranquilo en la puerta de tu casa, a la sombra de tu parra, frente al mar, contemplar la belleza de los rizos que el viento provoca en las olas y recordar sin angustia aquel día en que me quisiste enseñar a nadar. No me ofrecías tu mano cuando me hundía y me ahogaba. Aún recuerdo la sirena de la ambulancia y el llanto de mamá a mi lado. Esperaste demasiado para salvarme.
* Este relato ha sido escrito dentro de las normas establecidas en Club de Teatro y Lectura de la Viñuela (Málaga). Se trata de hacer un relato de no más de 180 palabras con diez palabras dadas. Una buena prácticas para crear hábito de escritura, probar diferentes temáticas y aprender unos de otros.
Greguería
Los secretos no deben ser a voces. Son más efectistas y eficaces los susurrados desde la tumba.
Insoportable
Desde que voy al gimnasio estoy en un estado mental por encima de mis posibilidades. Será cosa de las dopamina, serotonina y endorfina o será producto de mi imaginación. Tendría que ser realista y poner los pies en la tierra. Se lo digo a la luna todas las noches. Pero ella también tiene sus cosas y se queja de que al parecer está encogiendo. Y yo le digo que eso es normal, que cuando nos vamos haciendo mayores cada año se encoge un poco, no se si porque los huesos menguan o lo que mengua es la cabeza en si, toda ella entera. Creo que es lo primero, porque si fuera lo segundo ya habría por ahí algunos humanos como pollos sin cabeza andando por la calle. Aunque yo imagino a unos cuantos sin cabeza y no me da pena; no se perdería nada, vamos, que se ganaría. Viviríamos en paz y puede que hasta la luna dejara de encoger, porque a lo mejor lo que le pasa es que tiene el corazón encogido del horror que ve, aunque desde allí arriba no se sienta tanto como aquí. Quizás por eso yo tiendo a elevarme, porque de cerca es insoportable.
¿No hay una Justicia Universal rápida para los pollos salvajes?
Reverso
No le gustaba su pasado y se inventó otro. Acabo por negar el segundo y se inventó un tercero. En cada decepción, tropiezo o error su cerebro le fabricaba una nueva vida cada vez más alejada de la original hasta que llegó a ser su propio reverso. Mejor reinventarse que reconocer errores, mejor reinventarse que pedir perdón, mejor reinventarse que seguir siendo yo, se decía. Se reinventó tantas veces que cuando murió nadie le recordó por nada duradero. Su recuerdo fue tan volátil como el suspiro de un gorrión.
Memorias
Un día encontró una memoria en el contenedor de basura y se la colocó de adorno en la cabeza. La suya la tiró al río del olvido, llegó al mar de la soledad y se la tragó una ballena azul. ¡Azul tenía que ser!
Al día siguiente no reconoció ni a su madre. Tampoco yo le reconocí a él.
En la cocina
El recipiente para hacer la receta era de tamaño medio. Había que tener cuidado con las medidas y la proporción de cada ingrediente y cogerle el punto a la cocción. Admiración era larga, pero se quedaba corta, de modo que la echó a la olla. Amistad le pareció perfecta aunque tuvo que añadirle Comunicación para completarla. Cuando el agua empezó a hervir añadió Imaginación y Empatía y lo cocinó todo con mucho Amor. Finalmente pronunció el Abracadabra. El resultado fue una exquisita sopa de cuento.
El viaje
De niño, mi sueño era tener un coche de pedales de color rojo y con bocina. Pero eran muy caros, así que me tenía que conformar con el pedal de la máquina de coser de mi madre y mover la rueda grande para un lado y para el otro como si fuera el volante. A mi madre no le gustaba aquella idea y me abrió una libreta de ahorros y a los dos años me regaló una bicicleta.
Fue con aquella bicicleta con la que un día llegué a tu casa y nos hicimos amigos. Nos pasábamos la vida jugando bajo la sombra de la parra, pero un día, al poco tiempo, nos dejaron bajar en bici a la playa con mi hermano mayor y allí hicimos castillos de arena y chapoteamos entre las olas; nos gustó tanto que ya fuimos todo el verano. Cada día veíamos pasar el tren y siempre le decíamos adiós con la mano a los que miraban el paisaje por la ventanilla. Hasta que un día, pasado el tiempo, fuimos nosotros los que viajamos en el tren con tu abuela y pasamos por debajo de los túneles, que dentro del tren parecía que era de noche, aunque contábamos diez en voz alta y enseguida se hacía de día, y nos reíamos porque era como un juego.
Y volvimos más veces a la ciudad y fuimos al parque y a ver los patos del estanque y nos tomamos nuestra primera cerveza con mucha espuma, tanta que rebosaba y nos dejaba unos bigotes blancos que nos hacían parecer payasos y yo limpiaba con mi pañuelo tus labios y vaya sonrisa bonita que tenías. Y fuimos al puerto y vimos los barcos y aquello sí que fue soñar a lo grande, porque ese viaje sí que tendría que ser una verdadera aventura: cruzar el mar, tan azul y tan inmenso, contigo.
Fue entonces cuando nos hicimos novios formales aunque tardamos unos años en casarnos. La boda fue muy bonita y muy alegre y yo no he visto en mi vida novia tan guapa como tú, ni tanta comida hecha en los peroles de mi tía, ni tanto pan blanco junto, ni tanto baile de rueda.
Luego nos fuimos a vivir a Málaga y montamos una tienda y tuvimos a nuestro hijo, que cumplía un año aquel maldito día en el que los militares salieron a la calle. Y vino la guerra que ganaron y tuvimos que irnos andando por la carretera de Almería y nos salvamos de milagro porque nos tiraban desde el mar y llegamos hasta Alicante, donde también había un puerto. Y sí, viajamos en un barco grande, pero no fue como en nuestros sueños porque nunca pudimos volver.
Y ya solo nos queda el viaje que tú y yo sabemos, en el que ya vamos dormidos para siempre y no vemos el camino. Como tu ahora, que ya no me ves, aunque creo que sí me oyes porque lo siento en tus manos.
Leyenda
Al principio la niebla lo cubría todo, hasta que los dioses insuflaron al mundo su soplo divino y un pájaro azul inauguró el vuelo libre en el aire. Luego los dioses crearon al hombre y este inventó la jaula.
Fragmento del Paraíso
Monos
Me amenazó con mandarme a pintar monas. Aproveché la ocasión y le tomé la palabra, pero me decanté por el género masculino de la especie y ahora pinto monos con el cuello adornado por un búmeran.
🦍🦧🐒
La culpa
Investigación
En todas las familias extensas hay algunos garbanzos negros. Pero se sospecha que en la suya solo existe uno blanco y hay que averiguar quién es. 🔎 🧆
Cese y dimisiones
Volver
Despuntaba el sol cuando aparecieron por encima de la Torre de Zaga dos misiles compitiendo por ganar un pedazo de infierno más. Escuché gritar a alguien cuerpo a tierra, obedecí sin pensar. Cerré los ojos, apreté los dientes y anhelé con todas mis fuerzas volver a la cueva, ahuyentar con fuego a las fieras y pintar bisontes.
El viejo mago de la calle Goles
Usted no me creerá porque me ve como me ve, no solo viejo, sino vencido y derrotado, que es la peor vejez que puede existir, pero yo le juro que, durante los años ochenta, fui el mejor mago de España. Sí, aquí donde me ve, que no tengo hoy donde caerme muerto. Puede venir conmigo a mi casa; bueno, a la habitación donde vivo, aquí, a la vuelta de la esquina, en la calle Goles, porque ya no tengo ni casa, que la mía me la embargó el banco; así se porta este país con los viejos y fracasados como yo.
Échese un trago amigo, que hoy invito yo.
Como le iba diciendo, era un buen mago. Trabajé en el Circo Mundial, en el Gran Circo Ruso, en el Teatro de la Magia. Guardo todos los recortes de periódicos de aquella época, las fotos y todos los reportajes donde se alababa mi destreza. Pero de la noche a la mañana dejaron de contratarme. Mis números se estaban quedando anticuados; eso fue lo que me dijeron. Aunque creo que la razón fue otra: los niños ya no se sorprendían cuando veían a un conejo salir de la chistera, a una paloma aparecer entre un pañuelo o a la pobre Verónica escapar indemne de los siete cuchillos que atravesaba el cajón. Pobre muchacha; está peor que yo: muerta y enterrada; tuvo un accidente ¿sabe usted? Aunque tal vez sea mejor morir así, que sufrir esta humillación.
Lo que pasó, en realidad, no es que mis trucos estuvieran pasados de moda o que yo hubiera perdido facultades, es que los niños dejaron de creer en la magia. Me lo dejó claro un chavea el último día de trabajo; esas cosas no se olvidan. Tendría unos diez años y se colaba todos los días en el anfiteatro del circo; se sentaba siempre en la primera fila, para ver las fieras de cerca, decía. ¡Jodio chaval!
¿Quiere otro vasito de vino? Ha dejado de llover, pero es temprano. ¿Camarero!
Y perdone mi atrevimiento; a lo mejor le canso con mis cosas. Es que me pongo hablar y no paro, será por el poco tiempo que hablo con alguien. Vivo solo, ¿sabe usted? Hay que aprovechar estos ratos, que mañana no se sabe. A lo mejor nos cae un satélite encima o un misil que se le escape a los rusos o a los americanos o vaya usted a saber de donde viene. El enemigo está en cualquier parte. Este mundo ya no es nuestro, si es que alguna vez lo fue.