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Feliz durmiente

Él la despertó con un beso. Ella nunca se lo perdonó.

Dicen las malas lenguas...


...que el Patito feo fue feliz solo un segundo, justo el que tardó en caer desmayado de la impresión en las profundas aguas en las que se miraba cuando creyó ser un cisne. No nos consta que esto fuera cierto, pues Hans Chistian Andersen nos contó la historia de otra manera.
 
 
Fotografía de Juanka Viñolo






La mujer y el dinosaurio


   —¿Todavía estás aquí? —le dijo ella.

La decisión de Cenicienta

No se si recordáis que, cuando dieron las doce en el reloj del palacio del príncipe, Cenicienta gritó «¡Tengo que irme!» y a continuación, atravesó el salón y bajó la escalinata tan deprisa que perdió un zapato. A los pocos días, el príncipe buscó a la dueña del zapato y, como ya habréis recordado, encontró a Cenicienta y se casó con ella.
Pero eso fue solo una parte de lo que realmente pasó. Porque yo se, de buena tinta, que Cenicienta volvió totalmente descalza a su casa, porque no perdió un zapato, sino los dos. Y el otro zapato lo encontró el zapatero de palacio.
También él buscó a Cenicienta y cuando la encontró le propuso matrimonio. Pero esta no aceptó porque prefirió casarse con el futuro rey. Y así fue.
Al principio, el rey la trato como correspondía: como a una verdadera reina. Pero conforme iban pasando los años empezó a tratarla con desprecio. Y tanto fue así que se convirtió en una mujer desgraciada y deseó con todas sus fuerzas volver a su casa con sus hermanastras que, al contrario de lo que nos contaron, no eran tan malas.
Claro está que, toda la vida, se arrepintió de no haberse casado con el zapatero.

La nueva vida de La Ratita Presumida

Hasta donde yo sabía hace bien poco y creo que vosotros también, la Ratita Presumida se casó con el gato blanco de dulce voz. Lo que no sabíamos y si alguien lo sabía que lo diga, es que el gato —como era de esperar— dio mala vida a la ratita. Tanto fue así que, al parecer, la ratita llamó a los tres pretendientes que tuvo en el pasado para que le ayudaran a deshacerse del gato. Primero, llegó el cerdo que le gruñó, pero el gato se tapó los oídos y se hizo el remolón. Luego, llegó el gallo que le pico, pero el gato se lamió la pata y se puso una tirita. Y más tarde, llegó el perro que cumplió con su obligación y persiguió al gato hasta echarlo del vecindario. La Ratita Presumida, entonces, le dio las gracias a los tres, fue a comprarse un gran lazo de color rojo, se lo plantó en la cabeza y decidió vivir sola toda la vida.

La crisis de los tres cerditos

Todo el mundo sabe que los tres cerditos prepararon un caldero con agua hirviendo en el hueco de la chimenea y que el lobo cayó en él y salió de allí a toda prisa y escaldado. También sabemos que, a partir de entonces, los tres decidieron vivir juntos en la casa de ladrillo y cemento del tercer cerdito, más fuerte que la de madera o paja que había tumbado el lobo con sus soplidos. Pero lo que no sabe nadie es que, aunque trabajaron mucho, mucho, mucho, vino una crisis y no pudieron acabar de pagar la hipoteca. El banco, entonces, les embargó la casa de ladrillo y cemento y tuvieron que hacerse una de madera y paja. El lobo, de todos modos, no volvió a molestarlos porque hacía horas extras en el cuento de Caperucita.