La doble fortuna...

... del que cayó a un pozo y fué rescatado a tiempo y a medida que iba subiendo la distancia que separaba el brocal del fondo, fue viendo como se iban ahogando en él ratas y culebras que no tenían donde agarrarse ni quien las salvara, de modo que se sintió afortunado de ser persona humana y no animal.

greguerías


El sueño de las letras es formar una palabra con todo el abecedario. 

Una novela es el sueño de un libro en blanco.

Ya no caben más suspiros en el aire, hay demasiado huracanes. 

El amor cuando se olvida... se va... ¡a paseo!.

Mensaje en una botella para un alcohólico: prohibido abrir la botella.

El sol estaba celoso de aquel toro enamorao de la luna. 

Se comió la sopa de letras y se quedó sin palabras.

Quien no llora, no mama y quien no mama llora de hambre.

La paloma de la paz se ha vuelto loca: sufre desdoblamiento de personalidad.

En el principio, las palabras congeniaron con las piedras y se inventó la escritura.

La infancia es la magia del tiempo; la vejez, el descubrimiento del truco.

El pingüino se vistió para bailar un vals, pero no tiene dotes.

El camaleón es feo, pero tiene mucho estilo y se cambia de traje según la ocasión.

El niño quiere ser piloto porque su abuelo está en el cielo.

El caracol va despacio porque no necesita llegar a casa.

Una cabra sueña con ser oveja y se va a una peletería.

La leche y el café se reunieron a la hora del desayuno. Hubo flechazo y quedaron para merendar. De la cena nada se sabe.

El sentido de la vida es no estar muerto. Los fantasmas no tienen sentido del ridículo que hacen.

En la última página, el libro puso fin y se quedó sin palabras.

La gallina fue antes que su huevo, aunque los primeros huevos fueron anteriores a las gallinas. (Mi nieto: 6 años. Experto en dinosaurios).

Un día de invierno inusualmente luminoso

El sol va calentando, de nuevo, la tierra; los pájaros recobran su natural jolgorio mañanero; los caracoles suben por los hinojares; los almendros escurren gotita a gotita el agua que les sobra, luciendo de nuevo todo su blanco esplendor. Y la tierra va desprendiendo, poco a poco, un olorcillo agradable, dulce y placentero, un olor que te reconcilia con el mundo: el olor a tierra mojada de los días de inviernos inusualmente luminosos.