Decía mi abuela que...

Cada uno sabe su cuento y Dios el de todos.

Yo pienso, sin embargo, que si dios existiera no tendría tiempo de ocuparse de nuestros cuentos. Él, en todo caso, ya inventó el suyo, dejando el final en nuestras manos y en el devenir del Universo.

Finales

Estar en el cuento no significa saber cómo acaba la historia.
Escribir un cuento, a veces, tampoco. Porque algún personaje se te puede rebelar y hacer lo que le de la gana.
Tu eres como dios, los creas, pero ellos deciden. 
La próxima vez ten cuidado con el bueno.

Dos latido extras

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Eco

En el espacio vacio te llamé y el eco me devolvió tu nombre.

Poeta

Le quedaron palabras sin verso y se quiso llevar papel y pluma a la eternidad.


Rescate

Bajó hasta el fondo de su pozo y rescató palabras ahogadas.

Azul


Dos intensos toques de color azul cobalto sobre el lienzo blanco le bastaron a la artista.

El cuadro se exponía en la galería más famosa de la ciudad. Cuando se acercó a contemplarlo, se quedó hipnotizado. No podía mirar para otro lado. Tardó un buen rato en conseguirlo. Cuando se retiró se le acercó la autora con un elegante vestido del mismo color.

—Parece que te ha gustado — le dijo ella —. ¿Pero lo has entendido?

— Antes, no. Pero ahora, sí — le respondió él —. Y se fueron juntos.

La curiosidad mató al gato

— Doctor ¿Tiene caducidad conocida el Stent? 
— No señor, es para siempre, pero si se ocluye se dará cuenta.
— ¿Y se ocluyen con frecuencia?
— Algunas veces, cuando pasa el tiempo.
— Tengo sesenta y cinco ¿Dará tiempo a que se ocluya? —dijo sin poder evitar reírse de sí mismo. 

Juego de espejos

Habia una cómoda en la habitación que ocupaba todo el testero frontal. Una cómoda antigua, alta, de tres espejos; como un tríptico. El central inamovible, los otros dos que se plegaban hacia adelante.

El juego, su juego, consistía en colocarse frente al espejo central, cerca de él, y doblar los laterales hacia ella de tal forma que su figura se viera multiplicada por dos una y otra vez.

De esta manera, ella, que estaba sola, sin mas niños por allí con quien jugar, se pasaba las horas haciendo muecas, poniendo caras, inventando burlas y cucamonas, subiéndose las trenzas o cantando y bailando delante de los espejos, como una auténtica payasa muerta de la risa, hasta que su abuela la llamaba.

De modo que creció pensando que podía tener muchas vidas sin dejar de ser ella en todas.

No contó con los personajillos que vivían colgados del techo,  ni con los duendes agazapados debajo de la cama o escondidos en los rincones de aquella habitación, que pronto empezarían a manifestarse con alguna travesura. Ni mucho menos con los humanos que habitaban el mundo exterior, más allá de su entorno. Los antagonistas, esos seres diablunos que luego poblaron la vida.

————

* Diabluno: no la busquen en el diccionario de la RAE.

Cambio físico

Desde hace algún tiempo, ocupo un cuerpo que no es el mío. Por la mañana su boca es amarga como la quina, por la tarde su cabeza pesa tanto que un día caerá como bola de plomo al suelo. Y por las noches, al subir la escalera, sus piernas no obedecen mis deseos. Estoy convencida: esta que habito ya no soy yo. Me ha invadido un cuerpo extraño y rebelde al que inexorablemente tengo que ir acostumbrándome.

Salto mortal


Ella se balanceaba en el columpio bajo destellos de luces multicolores. Él, le daba la réplica, esperando alcanzar por la fuerza de su empuje el preciso instante para el enlace tras el salto. Abajo, en la pista, los hijos –payasos tristes– caían uno tras otro como fichas de dominó por obra y gracia de un primer chute, sin opción ni tiempo ya para escapar de aquel juego de secundarios perdedores. Los dos números se desarrollaban a la vez, en un perfecto caos, signo de identidad de aquella troupe. No había público ni aplausos, pero el negocio resultaba más que rentable para los promotores. Los protagonistas, sin embargo, vivían sus delirios circenses en aquel viejo almacén de uralita, a las afueras de la gran ciudad, puestos de droga hasta los ojos y a punto de alcanzar la gloria con un triple.


Autora de la imagen: Charo Llamas.
Benajarafe (Vélez-Málaga)

Insomnio

Para conciliar el sueño, anoche, me puse a contar ovejas: primero una, luego otra, luego la siguiente; así hasta reunir un buen rebaño. Habría unas cincuenta más o menos. No se cómo se me coló un perro en la escena y un pastor no podía faltar. De manera que, a partir de cierto momento, empezó a molestarme el balar de las ovejas, los ladridos del perro y las voces del pastor. Entonces cambié de método y me puse a contar lobos. Las ovejas desaparecieron, pero tuve que soportar los aullidos de la manada. Seis lobos llamando a más lobos. Insoportable. Di un salto de la cama y salí de la habitación. Fui al baño, baje a la cocina, bebí agua, me asomé por la ventana, miré la noche y suspiré; el reloj de pared marcaba las dos. Me entró frio y pensé que los lobos ya se habrían ido, de modo que subí las escaleras con el ánimo dispuesto para el sueño, pero cuando entré en la habitación, allí estaba el dinosaurio.

Greguería

El caracol va despacio porque no necesita llegar a su casa.

Greguería

 El sentido de la vida es estar vivo. Los fantasmas no tienen el sentido del ridículo que hacen.