Ella se balanceaba en el columpio bajo destellos de luces multicolores. Él, le daba la réplica, esperando alcanzar por la fuerza de su empuje el preciso instante para el enlace tras el salto. Abajo, en la pista, los hijos –payasos tristes– caían uno tras otro como fichas de dominó por obra y gracia de un primer chute, sin opción ni tiempo ya para escapar de aquel juego de secundarios perdedores. Los dos números se desarrollaban a la vez, en un perfecto caos, signo de identidad de aquella troupe. No había público ni aplausos, pero el negocio resultaba más que rentable para los promotores. Los protagonistas, sin embargo, vivían sus delirios circenses en aquel viejo almacén de uralita, a las afueras de la gran ciudad, puestos de droga hasta los ojos y a punto de alcanzar la gloria con un triple.
Salto mortal
Ella se balanceaba en el columpio bajo destellos de luces multicolores. Él, le daba la réplica, esperando alcanzar por la fuerza de su empuje el preciso instante para el enlace tras el salto. Abajo, en la pista, los hijos –payasos tristes– caían uno tras otro como fichas de dominó por obra y gracia de un primer chute, sin opción ni tiempo ya para escapar de aquel juego de secundarios perdedores. Los dos números se desarrollaban a la vez, en un perfecto caos, signo de identidad de aquella troupe. No había público ni aplausos, pero el negocio resultaba más que rentable para los promotores. Los protagonistas, sin embargo, vivían sus delirios circenses en aquel viejo almacén de uralita, a las afueras de la gran ciudad, puestos de droga hasta los ojos y a punto de alcanzar la gloria con un triple.
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