¿Es posible que el viento pueda traer la tristeza desde muy lejos hasta aquí, como si fuera una suave pluma que no pesa? La he bajado al sótano y he cerrado la puerta con dos vueltas de llave. Es mi prisionera, pero no pido rescate porque no quiero que vuelva de donde quiera que viniera. En vez de eso escribo en el aire la palabra aliento, soplo con mi boca para darle impulso y espero que se la lleve el viento. Allá donde quiera que fuera.
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