Diciembre me indispone. Desde las primeras horas del día 1 comienzan mis molestias: un peso turbio en las piernas, un zumbido en los brazos, un tambor en la cabeza. Llegan luego los mareos, las angustias que se aferran al estómago, las urticarias que protestan. Las prisas malhumoradas. El miedo al almanaque de papel, a Calendar, a la lista de cosas pendientes, a los cohetes y a los anuncios de turrón. Y pánico, mucho pánico, a los catálogos de juguetes y a las aplicaciones de compras.
Por favor, ¡que lo suspendan!
Que suspendan diciembre entero y parte de enero. Saltémonos el invierno. Y que llegue pronto la primavera como mejor regalo de la Navidad que no existió.
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