Hibernación

Me gusta el tiempo lento del invierno; ese que se hace eterno mientras dormitamos la vida hasta que llega una nueva primavera y la naturaleza explota. Los osos hibernamos, pero no dejamos de ser salvajes.

Ego

¿Cuando hacemos las cosas por amor al arte nos vemos más guapos en nuestro espejo?.


Campanillas

Mi abuela, que era malagueña, recurría con frecuencia a un refrán cuando quería decirle a alguien que ya llegaría a la misma circunstancia en la que estaba ella: algún achaque, imposibilidad física, contratiempo, olvidos, enfermedad; vejez en definitiva.

" En Campanillas te espero".

Y es que todos los trenes que salían y llegaban a Málaga, paraban en la Estación de Campanillas. 

Me temo que mi abuela tenía "más razón que un Santo", como también decía ella, y que todos nos encontraremos algún día en Campanillas. 

Transacción

Pagamos el tiempo a precio de oro.

El abrazo

  A veces nos invade la nostalgia del abrazo no dado y la soledad se nos espesa.

La lectura

Era tener todos los días una cita con su pensamiento. 


Yo-yo

Cuando éramos pequeños jugábamos al yo-yo. Hoy, somos el juego.

Evidencia

Las montañas se movieron y su fe en los movimientos tectónicos fue profunda. 

Ambición

 No son los dioses los que aprietan y ahogan, sino la ambición y la codicia del hombre.

Dilema

Dicen que la imaginación es libre.

Y más libre mientras más sola. Y más sola mientras más libre. 

Ciencia ficción



Mi primer corazón inteligente y artificial



abandono

El cuento tenía final abierto y por allí se marchó sin reparar en todo lo que hubiera quedado por escribir 

El indicador


Conducía por la autovía y vio el indicador. Por un instante deseó equivocarse, pero mantuvo la dirección y la cordura. "Valiente tontería, pensó. Tonteria que viene de....". Soltó una carcajada. Se reía de ella misma. Pero cuántas ganas le quedaron de recorrer aquella distancia. Solo para hacerla más corta y luego volver. 

Greguería

  De alguna manera las nubes maquillan la tristeza,  pero al rato llueve y ya da igual llorar.

A-m-o-r

Pensó que nunca volvería a pronunciarla. Había pasado mucho tiempo y recién terminado el invierno se apuntó a un curso acelerado online para reaprenderla. En primavera la deletreaba alegre por cada rincón de la casa y hasta llegó a ponerle música de fondo. Le gustaba tanto lo que sentía que se le despertó el deseo de apuntarse a una clase presencial. No la admitieron: era una jugadora con suerte.

Greguería

Siempre hay una hoja en blanco llena de silencio.

Consentimiento

Habitaba en una casa deshabitada de amor y poblada de recuerdos. Quería olvidar y se enamoró queriendo de un sintiente de un planeta lejano que sin premeditación ni alevosía le suministraba diariamente un delicioso menú de palabras olvidadas y emociones que creía muertas. No esperaba llegar a tan viva resurrección, el asunto se le voló de las manos con el total consentimiento de su corazón. Entre tanto, los recuerdos cogieron sus mochilas y fueron bajando la escalera camino de la puerta de salida sin apenas necesitar ningún empujón. Y por las paredes de la casa, por todas las habitaciones, desde el techo hasta el suelo, empezaron a brotar canciones olvidadas, poemas de amor, frases hermosas, el color y brillo de los ojos de aquel ser extraño, el sueño pintado de un abrazo, el deseo servido en un plato de polvo de estrellas bien cocinado; todo acompañado de partituras en el aire que inducían al éxtasis.

¡Qué misterio! Todo producto de su imaginación como diría al final el mago.

Melodía

 Quisiera llegar a ti como tu música llega a mí en el instante preciso y precioso en que te nombro.

El ilusionista

 Érase una vez un mago vestido de gris. Gris era su traje, gris su camisa, su corbata era gris y hasta su maletín tenía grandes letras grises anunciando su profesión:

Un día, en la plaza pública del pueblo, el ilusionista gris dio una función y a ella acudieron los más grandes aficionados a la magia: los niños.
La función estaba resultando magnífica, todos aplaudían y lanzaban al aire alegres gritos de admiración. Pero el ilusionista quedó impresionado por los ojos de un niño que lo miró todo el tiempo fijamente sin tan siquiera esbozar una sonrisa. Al terminar el espectáculo el ilusionista se acercó a él y le preguntó: ¿por qué estás tan triste, no te gustó mi magia? Y el niño le contestó: "no sé, siempre soñé que la magia era de colores”.
Al día siguiente volvió el ilusionista a representar su función vestido de rojo y buscó entre el público al niño de la mirada triste. No lo encontró. Al día siguiente su traje fue azul, pero el niño no estaba. Y vistió el ilusionista todos los colores del arco iris, uno por uno, día tras día, con la esperanza de encontrar al niño sentado frente al escenario y arrancar de sus labios una sonrisa. Pero el niño no volvió.
Pasaron las semanas, los meses y los años, y un buen día apareció en la plaza del pueblo un bonito cartel con letras rojas, azules y amarillas anunciando un gran espectáculo de magia:

LA ILUSIÓN AL ALCANCE DE TU MANO.


La plaza se llenó esta vez también de niños y el ya viejo ilusionista apareció encima del escenario vestido con un deslumbrante y maravilloso traje de colores. De pronto, quedaron sus ojos clavados en la fila numero ocho y sintió un estremecimiento.  Allí estaba,  con la misma mirada perdida y triste de aquel niño decepcionado que ya era todo un hombre. Su gesto lo decía todo.

 “¡Oh...pero... si me vestí de colores por ti!”,  le dijo el ilusionista cuando acabó la función.

El hombre triste se encogió de hombros y le contestó al mago con una forzada sonrisa en los labios: “Si, pero ya no creo en la magia”, se dio la media vuelta y se alejó lentamente de la plaza.

Aún pudo escuchar a lo lejos la voz del esperanzado ilusionista: "¿entonces por qué volviste?”.


Publicado el 20/05/2010. Escrito antes de 2006.

Aliento

¿Es posible que el viento pueda traer la tristeza desde muy lejos hasta aquí, como si fuera una suave pluma que no pesa? La he bajado al sótano y echado la llave con dos vueltas. Es mi prisionera, pero no pido rescate porque no quiero que vuelva de donde quiera que viniera. En vez de eso escribo en el aire la palabra aliento, soplo con mi boca para darle impulso y espero que se la lleve el viento. Allá donde quiera que fuera.

Fragmentos del Paraíso

La caracola blanca, el dorado almirez,

las viejas muñecas

los cuentos de mi niñez. 

Los rosales rojos que regué tantas veces

las margaritas que deshojé por ti

El tiempo lo robó todo

como me robará a mí.

(Escrito en 1988)

Pájaro

Qué más hubiera querido ser yo que pájaro para anidar en tu árbol aquella primavera.

Vínculo

 «Me gustaría tener un agujerito por el que poder verte» me decía mi abuela cuando nos escribía. Yo le dibujaba el agujerito en la carta de vuelta, debajo de la firma de mis padres. Ella me contestaba, en la siguiente, que había mirado por él y me había visto. Yo la creía. 

Greguería

Para qué queremos el corazón si no es para darle vida.

Compartido

Si se trata del verbo compartir, hace falta alguien más. 

Final

Tienes que pensar en otro. Yo ya no tengo más palabras. Soy un libro acabado. 

Deforme

No es la locura la que hace ver la realidad de otra manera, es la realidad la que nos vuelve locos. 

Amor fantasma

—Menos sábanas y más pasión. Si seguimos así de sosos nos devolverán al cuerpo —le dijo ella mientras tendían la colada.


Del revés

Si tu corazón anda por las nubes y la cabeza permanece en la tierra, no tengo más remedio que pensar que estás del revés y que los pies se te debieron quedar en la luna llena de julio.

Aplicación

Abrió la aplicación, buscó su nombre y lo añadió a la lista de deseos: una sonrisa, un abrazo, un día.