EL ILUSIONISTA

Érase una vez un mago vestido de gris. Gris era su traje, gris su camisa, su corbata era gris y hasta su maletín tenía grandes letras grises anunciando su profesión:


Un día, en la plaza pública del pueblo, el ilusionista gris dio una función y a ella acudieron los más grandes aficionados a la magia: los niños.
La función estaba resultando magnífica, todos aplaudían y lanzaban al aire alegres gritos de admiración. Pero el ilusionista quedó impresionado por los ojos de un niño que lo miró todo el tiempo fijamente sin tan siquiera esbozar una sonrisa. Al terminar el espectáculo el ilusionista se acercó a él y le preguntó: ¿por qué estás tan triste, no te gustó mi magia? Y el niño le contestó: "no sé, siempre soñé que la magia era de colores”.
Al día siguiente volvió el ilusionista a representar su función vestido de rojo y buscó entre el público al niño de la mirada triste. No lo encontró. Al día siguiente su traje fue azul, pero el niño no estaba. Y vistió el ilusionista todos los colores del arco iris, uno por uno, día tras día, con la esperanza de encontrar al niño sentado frente al escenario y arrancar de sus labios una sonrisa. Pero el niño no volvió.
Pasaron las semanas, los meses y los años, y un buen día apareció en la plaza del pueblo un bonito cartel con letras rojas, azules y amarillas anunciando un gran espectáculo de magia:

LA ILUSIÓN AL ALCANCE DE TU MANO.


La plaza se llenó esta vez también de niños y el ya viejo ilusionista apareció encima del escenario vestido con un deslumbrante y maravilloso traje de colores. De pronto, quedaron sus ojos clavados en la fila numero ocho y sintió un estremecimiento.  Allí estaba,  con la misma mirada perdida y triste de aquel niño decepcionado que ya era todo un hombre. Su gesto lo decia todo.

 “¡Oh...pero... si me vestí de colores por tí!”,  le dijo el ilusionista cuando acabó la función.

El hombre triste se encogió de hombros y le  contestó al mago con una forzada sonrisa en los labios: “Si, pero ya no creo en la magia”, se dió la media vuelta y se alejó lentamente de la plaza.

Aún pudo escuchar a lo lejos el grito esperanzado del ilusionista: "¿entonces por qué volviste?”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me pregunto cómo estarás. Quizás no crea mucho en la magia, pero sí en el poder que sobre mí tiene la belleza. En tu blog siempre encuentro cosas que admirar. Qué bien escrito el cuento, y nuevamente imágenes que me entusiasman- Gracias.
Cecilia