El libro oscuro

Un hombre llamó a mi puerta. Un hombre vestido de negro con un libro en la mano. Un libro oscuro con tapas de cuero envejecido. Tuve miedo. No le abrí. Dejó el libro en el umbral y se marchó.

Pasaron tres días con sus noches sin que me atreviera a abrirlo. Sobre la cubierta, un reloj de arena tallado en relieve parece deslizarse con el roce de mis dedos.

Hoy, por fin, lo abrí. Todas sus páginas están en blanco, excepto una nota escrita a mano con tinta negra:

"No te duermas. Escribe tu historia. Algún día vendré a por ella. Estaré cerca".

Me observa. Lo sé. El hombre del traje negro vigila desde algún rincón invisible. Por eso no duermo. Por eso escribo.

La pluma resbala sobre el papel vacío. Cada palabra que trazo es un latido más en mi pecho. Un minuto más. Un aliento más. 

No puedo detenerme. Si dejo de escribir, mi historia se acaba. Y él volverá.

Ayúdame.


7 comentarios:

Joselu dijo...

Este cuento, con su atmósfera inquietante y su simbolismo, evoca profundamente los manuscritos de Melquíades en Cien años de soledad. En ambas historias, el acto de escribir se convierte en un puente entre la vida y la muerte, una lucha contra el olvido. En el cuento, el protagonista escribe para mantenerse vivo, consciente de que detenerse significa su fin. En la novela de García Márquez, Aureliano Babilonia descifra los pergaminos de Melquíades solo para descubrir que está leyendo su propia vida y que su destino está sellado al llegar al final del texto.

Ambos relatos juegan con la idea de un tiempo circular: lo narrado y el acto de narrar se fusionan en un punto donde el pasado, presente y futuro convergen. Este concepto refuerza la idea de que nuestras vidas son historias en constante construcción, y que dejar de escribirlas —literal o metafóricamente— implica sucumbir a la inercia o al olvido. El hombre vestido de negro del cuento podría ser una representación del destino o incluso de la muerte misma, vigilando desde las sombras para recordar al protagonista que su existencia depende de su capacidad de seguir creando.

La conexión con los manuscritos de Melquíades es clara: ambos textos nos hablan del poder transformador y fatalista de la escritura. En última instancia, tanto en el cuento como en Cien años de soledad, escribir no es solo un acto creativo, sino una forma de resistencia frente a lo inevitable.

Ulla Ramírez dijo...

Me ha debido de inspirar enla memoria profunda, no recuerdo lo que comentas. Leí Cien años de soledad hace muchos años.

Ulla Ramírez dijo...

Gracias por tu comentario, Joselu.

stella dijo...

Inquietante escrito, me has tenido en suspense mientras leia, me ha gustado mucho haber llegado a tu blog
Un abrazo

Joselu dijo...

Tal vez no sea siquiera memoria sino que has coincidido temáticamente con la historia de García Márquez. En ella hay unos manuscritos dejados por el gitano Melquiades que nadie comprende por los trazos misteriosos con que están escritos. Van pasando a través de los distintas generaciones de la familia Buendía y solo es el último de ellos, Aureliano Babilonia quien los descifra y ve que han contado la historia de su familia y que lo que está leyendo es exactamente lo que está pasando en ese preciso momento. La lectura coincide con la realidad, y en ese momento un vendaval arrastra todo y se extingue la familia Buendía tras nacer un niño con cola de cerdo que era la profecía. En tu caso, la protagonista se ve obligada a escribir su propia historia y registrar cada latido de su corazón en el papel vacío, y no se puede detener porque si no, su historia se acaba y llegará la muerte, el hombre de negro. Es diferente pero yo las he conectado. Es un libro que relata una historia y que cuando se acaba, termina todo.

Ulla Ramírez dijo...

Pues me encanta la conexión 🙂

bisílaba dijo...

Me encanta como metáfora de lo que, realmente, todos hacemos cada minuto de nuestras vidas. Parar de escribir nuestra historia es disolverse ya en la nada...
Un abrazo, Ulla!