Un árbol corta la línea del cielo con sus ramas vacías y dibuja preguntas en el aire. Las lomas despiertan a medias, envueltas en jirones de nubes. El horizonte es un trazo naranja entre la oscuridad y la espera. El silencio no es total: algo cruje, algo respira, y el día, sin ceremonias, comienza a desbordarse. En ese instante todo es posible, pero la luz no perdona ni miente y el día, despojado, me susurra que tú ya no vendrás.
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