¡Qué hermosa y sugerente greguería! La D, con su vientre redondo y generoso, parece acunar en su interior un secreto luminoso: la promesa de un día nuevo, gestado en las entrañas de la noche. En un tiempo en que muchas mujeres reivindican su derecho a no ser madres, la D se convierte en una metáfora ambivalente: por un lado, encarna la fecundidad inevitable del ciclo natural —la noche que, irremediablemente, "da a luz" al día—; por otro, nos recuerda que no toda gestación es biológica: hay deseos, ideas y sueños que también buscan nacer.
Quizá hoy, más que nunca, la D embarazada sea símbolo de otras maternidades posibles: la de quienes dan a luz proyectos, palabras, arte o libertad. En un mundo donde el deseo de la noche no siempre se traduce en hijos, la D nos invita a imaginar nuevas formas de alumbrar, de crear, de transformar la oscuridad en claridad. Porque, al fin y al cabo, todos llevamos alguna letra embarazada dentro, esperando su momento de parir un día propio.
2 comentarios:
¡Qué hermosa y sugerente greguería! La D, con su vientre redondo y generoso, parece acunar en su interior un secreto luminoso: la promesa de un día nuevo, gestado en las entrañas de la noche. En un tiempo en que muchas mujeres reivindican su derecho a no ser madres, la D se convierte en una metáfora ambivalente: por un lado, encarna la fecundidad inevitable del ciclo natural —la noche que, irremediablemente, "da a luz" al día—; por otro, nos recuerda que no toda gestación es biológica: hay deseos, ideas y sueños que también buscan nacer.
Quizá hoy, más que nunca, la D embarazada sea símbolo de otras maternidades posibles: la de quienes dan a luz proyectos, palabras, arte o libertad. En un mundo donde el deseo de la noche no siempre se traduce en hijos, la D nos invita a imaginar nuevas formas de alumbrar, de crear, de transformar la oscuridad en claridad. Porque, al fin y al cabo, todos llevamos alguna letra embarazada dentro, esperando su momento de parir un día propio.
Gracias por tu comentario, como siempre tan generoso.
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