En una escalera mecánica cada peldaño desciende hasta desaparecer bajo la estructura que la sostiene. Luego reaparece arriba y vuelve a descender. Una y otra vez. Una y otra vez. Cada peldaño. Y yo en él.
Un día, la máquina se avería. Mis zapatos se confunden y caigo. El último escalón me traga. A mí y a mis zapatos. Y aquí estoy, en un submundo horizontal, plano. Debajo de los escalones. Y no veo mis zapatos.
La máquina está parada. O eso creo. Pierdo la noción del movimiento. No lo siento, ni a mis pies. Y no veo mis zapatos.
Sigo escribiendo. Debajo de los peldaños.
2 comentarios:
La realidad es extrañeza.
Me recuerda a Millás.
Un abrazo.
De Millás solo he leido El desorden de tu nombre, hace mil años, y el que escribió sobre el Caso Nevenka.
Gracias por pasar por aquí y por tu comentario.
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