— Me rindo.
— ¿Recuerdas a la abuela cuando nos tejía los abrigos de lana con aquellas agujas?
— Inolvidable en aquel sillón de flores; lo hacía al caer la tarde.
— Sí, pero cuando se equivocaba o no le gustaba como estaba quedando destejía, volvía a ovillar el hilo y empezaba de nuevo. A veces con otras agujas, con otro punto.
— Es complicado.
— ¿Por qué?
— Porque ya no soy la mujer que se equivoca y vuelve a tejer sino el hilo desgastado del abrigo destejido.
— Siempre hay algo que nos recicla.
— Sí, volver a soñar. Hasta que caiga el telón.
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