Andas sobre el filo de una tapia posando tu suaves almohadillas para no hacer ruido, para no molestar, y de pronto sale ese perro inoportuno que ladra como si no hubiese un mañana. Y por no escucharlo te vas. Pero dejaron la puerta abierta y el perro te persigue. Puede que te alcance y te deje maltrecha una de las pocas vidas que te van quedando. Pero a pesar de todo, al día siguiente vas y te vuelves a subir a la misma tapia y te colocas otra vez en ese mismo filo. ¿Por tu espíritu aventurero? no, que va, eso hablaría bien de ti, no seas vanidosa, porque al otro lado huele bien, un poco sí ¿no? Pero a ver si va a ser que el fondo te gusta jugar con el hijo de la vecina al pilla pilla. Mañana le toca a él hacer de gato.
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