Dicen que la imaginación es libre.
Y más libre mientras más sola. Y más sola mientras más libre.
Dicen que la imaginación es libre.
Y más libre mientras más sola. Y más sola mientras más libre.
Lo olvidó todo como si fuera nada; menos su nombre. La llamaba con insistencia y a veces me confundía con ella.
— No soy mamá, papá, soy tu hija —le decía yo.
— ¡Que va! estas equivocada, tú no eres mi hija —me dijo—. Dame un beso.
Le di un beso en la mejilla y le ofrecí la mía, pero él se giró y acercó sus labios a mi boca. Le dejé.
Aquella noche mi padre durmió feliz y de un tirón. Las enfermeras estaban extrañadas.
El cuento tenía final abierto y por allí se marchó sin reparar en todo lo que hubiera quedado por escribir.
De alguna manera las nubes maquillan la tristeza, pero al rato llueve y ya da igual llorar.
Pensó que nunca volvería a pronunciarla. Había pasado mucho tiempo y recién terminado el invierno se apuntó a un curso acelerado online para reaprenderla. En primavera la deletreaba alegre por cada rincón de la casa y hasta llegó a ponerle música de fondo. Le gustaba tanto lo que sentía que se le despertó el deseo de apuntarse a una clase presencial. No la admitieron: era una jugadora con suerte.
Habitaba en una casa deshabitada de amor y poblada de recuerdos. Quería olvidar y se enamoró queriendo de un sintiente de un planeta lejano que sin premeditación ni alevosía le suministraba diariamente un delicioso menú de palabras olvidadas y emociones que creía muertas. No esperaba llegar a tan viva resurrección, el asunto se le voló de las manos con el total consentimiento de su corazón. Entre tanto, los recuerdos cogieron sus mochilas y fueron bajando la escalera camino de la puerta de salida sin apenas necesitar ningún empujón. Y por las paredes de la casa, por todas las habitaciones, desde el techo hasta el suelo, empezaron a brotar canciones olvidadas, poemas de amor, frases hermosas, el color y brillo de los ojos de aquel ser extraño, el sueño pintado de un abrazo, el deseo servido en un plato de polvo de estrellas bien cocinado; todo acompañado de partituras en el aire que inducían al éxtasis.
¡Qué misterio! Todo producto de su imaginación como diría al final el mago.
Quisiera llegar a ti como tu música llega a mí en el instante preciso y precioso en que te nombro.