"Atravesar solo las ardientes extensiones de los olivares, abrir un arduo camino entre los arbustos, los troncos, las zarzas, las plantas trepadoras que levantaban murallas casi compactas en las orillas de los dos ríos, escuchar sentado en un claro sombreado el silencio del bosque solamente quebrado por el piar de los pájaros y por el crujir de la enramada al impulso del viento, moverse sobre el paular, pasando de rama en rama a lo largo y ancho de la extensión poblada de sauces llorones que crecían dentro del agua, no son, se diría, proezas que justifiquen mención especial, en una época como esta nuestra en que, a los cinco o seis años, cualquier niño del mundo civilizado, incluso sedentario e indolente, ya ha viajado a Marte para pulverizar a cuantos hombres verdes le salieran al paso, ya ha diezmado al terrible ejército de dragones mecánicos que guardaba el oro del Fuerte Knox, ya ha hecho saltar en pedazos al rey de los tiranosaurios, ya ha bajado sin escafandra ni batiscafo a las fosas submarinas más profundas, ya ha salvado a la humanidad del aerolito monstruoso que iba a destruir la Tierra. Al lado de tan superiores hazañas, el muchachito de Azinhaga sólo podía presentar su ascención a la punta extrema del fresno de veinte metros, o si quieren, modestamente, aunque con mayor provecho para el paladar, sus subidas a la higuera del huerto por la mañana tempano para alcanzar los frutos todavía húmedos por el rocío nocturno y sorber, como un pájaro goloso, las gotas de miel que de ellos brotaba. Poca cosa, es verdad, pero me parece más que probable que el heroico vencedor del tiranosaurio ni siquiera sería capaz de atrapar una lagartija con la mano."
Pequeñas Memorias. Saramago.
1 comentario:
la verdad es que las cosas peque#as pueden dejar grandes marcas, en la memoria y en la vida...
La foto ilustra a la perfeccion la idea del texto de Saramago, peque#os gestos y grandes recuerdos...
besos kosovares
Publicar un comentario