Azares

Puse una gata de tres colores en mi vida; mi abuela decía que daban buena suerte. No conté con aquel maldito felino que vino a rondarla y se comió mis sardinas. Era lo único que tenía para comer aquel día de calor infernal. Tuve que bajar al bar y en la esquina tropecé, literalmente, con un vecino. Nos disculpamos mutuamente y me invitó a una cerveza, nos conocimos y me enamoré. No fue el destino, fue el azar disfrazado de unos bonitos ojos verdes y una sonrisa amplia llena de dientes muy blancos. También se comió todo el pescado y solo me dejó las espinas.

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