El ilusionista

 Érase una vez un mago vestido de gris. Gris era su traje, gris su camisa, su corbata era gris y hasta su maletín tenía grandes letras grises anunciando su profesión:

Un día, en la plaza pública del pueblo, el ilusionista gris dio una función y a ella acudieron los más grandes aficionados a la magia: los niños.
La función estaba resultando magnífica, todos aplaudían y lanzaban al aire alegres gritos de admiración. Pero el ilusionista quedó impresionado por los ojos de un niño que lo miró todo el tiempo fijamente sin tan siquiera esbozar una sonrisa. Al terminar el espectáculo el ilusionista se acercó a él y le preguntó: ¿por qué estás tan triste, no te gustó mi magia? Y el niño le contestó: "no sé, siempre soñé que la magia era de colores”.
Al día siguiente volvió el ilusionista a representar su función vestido de rojo y buscó entre el público al niño de la mirada triste. No lo encontró. Al día siguiente su traje fue azul, pero el niño no estaba. Y vistió el ilusionista todos los colores del arco iris, uno por uno, día tras día, con la esperanza de encontrar al niño sentado frente al escenario y arrancar de sus labios una sonrisa. Pero el niño no volvió.
Pasaron las semanas, los meses y los años, y un buen día apareció en la plaza del pueblo un bonito cartel con letras rojas, azules y amarillas anunciando un gran espectáculo de magia:

LA ILUSIÓN AL ALCANCE DE TU MANO.


La plaza se llenó esta vez también de niños y el ya viejo ilusionista apareció encima del escenario vestido con un deslumbrante y maravilloso traje de colores. De pronto, quedaron sus ojos clavados en la fila numero ocho y sintió un estremecimiento.  Allí estaba,  con la misma mirada perdida y triste de aquel niño decepcionado que ya era todo un hombre. Su gesto lo decía todo.

 “¡Oh...pero... si me vestí de colores por ti!”,  le dijo el ilusionista cuando acabó la función.

El hombre triste se encogió de hombros y le contestó al mago con una forzada sonrisa en los labios: “Si, pero ya no creo en la magia”, se dio la media vuelta y se alejó lentamente de la plaza.

Aún pudo escuchar a lo lejos la voz del esperanzado ilusionista: "¿entonces por qué volviste?”.


Publicado el 20/05/2010. Escrito antes de 2006.

Aliento

¿Es posible que el viento pueda traer la tristeza desde muy lejos hasta aquí, como si fuera una suave pluma que no pesa? La he bajado al sótano y he cerrado la puerta con dos vueltas de llave. Es mi prisionera, pero no pido rescate porque no quiero que vuelva de donde quiera que viniera. En vez de eso escribo en el aire la palabra aliento, soplo con mi boca para darle impulso y espero que se la lleve el viento. Allá donde quiera que fuera.

Fragmentos del Paraíso

La caracola blanca, el dorado almirez,

las viejas muñecas

los cuentos de mi niñez. 

Los rosales rojos que regué tantas veces

las margaritas que deshojé por ti

El tiempo lo robó todo

como me robará a mí.

(Escrito en 1988)

Pájaro

Qué más hubiera querido yo ser que pájaro para anidar en tu árbol aquella primavera.

formas

 Leerte y escribirte fue la única forma que tuve de amarte

Vínculo

 «Me gustaría tener un agujerito por el que poder verte» me decía mi abuela cuando nos escribía. Yo le dibujaba el agujerito en la carta de vuelta, debajo de la firma de mis padres. Ella me contestaba, en la siguiente, que había mirado por él y me había visto. Yo la creía. 

Greguería

Para qué queremos el corazón si no es para darle vida.