Un hombre llamó a mi puerta. Un hombre vestido de negro con un libro en la mano. Un libro oscuro con tapas de cuero envejecido. Tuve miedo. No le abrí. Dejó el libro en el umbral y se marchó.
Pasaron tres días con sus noches sin que me atreviera a abrirlo. Sobre la cubierta, un reloj de arena tallado en relieve parece deslizarse con el roce de mis dedos.
Hoy, por fin, lo abrí. Todas sus páginas están en blanco, excepto una nota escrita a mano con tinta negra:
"No te duermas. Escribe tu historia. Algún día vendré a por ella. Estaré cerca".
Me observa. Lo sé. El hombre del traje negro vigila desde algún rincón invisible. Por eso no duermo. Por eso escribo.
La pluma resbala sobre el papel vacío. Cada palabra que trazo es un latido más en mi pecho. Un minuto más. Un aliento más.
No puedo detenerme. Si dejo de escribir, mi historia se acaba. Y él volverá.
Ayúdame.