Hacía tiempo que no se miraba al espejo. Frente a él no encontraba su alma sino el adefesio en el que se había convertido. Ella, la que siempre fue, ya no estaba.
Su corazón era un frágil avioncito de papel que intentaba planear entre grandes turbulencias, a merced de todos los vientos, sobrevolando todas las dudas y entregando al diablo todas sus certezas.
Su corazón era un frágil avioncito de papel que intentaba planear entre grandes turbulencias, a merced de todos los vientos, sobrevolando todas las dudas y entregando al diablo todas sus certezas.
Así fue hasta que un día escuchó una canción que le abrió los ojos, trazó un plan y, usando su inteligencia como un eficaz matamoscas, propinó, en el momento adecuado, un golpe certero al miedo.
—Caíste –exclamó triunfante–. Me quedo conmigo.
Aquella noche, el espejo le devolvió el alma.
—Caíste –exclamó triunfante–. Me quedo conmigo.
Aquella noche, el espejo le devolvió el alma.
2 comentarios:
Muy bonito y efectivamente hay que matar al miedo para volver a ser
Gracias por tu comentario. Es lo que he querido expresar
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