A quién dios se lo de...

Yo solo quería que me diera una explicación y el me dijo que lo dejara en paz.

—¿Ahora vos sos la paz? – le espeté con sarcasmo.

Supo entonces que yo lo sabía. Se levantó, hizo la maleta y se fue. No le detuve.
Me aseguré, eso sí, de que su coche desaparecía por el horizonte. Solo entonces entré en la casa, abrí una cerveza y brindé a la salud de la argentina del carajo!

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