El duende de la Piedra Gorda (cuento infantil)



Tenía yo seis años cuando mi abuela empezó a pelear, en voz alta, con un duende que le cambiaba las cosas de sitio. El duende le escondía las gafas, el libro, los zapatos, las medias y el peine. «Como te pille te vas a enterar», la oía decir un poco enfadada.
A mi no me gustaba ver a mi abuela enfadada por culpa de aquel duende y me escondía detrás de la puerta, de las cortinas o de la cómoda de los tres espejos para ver si lo pillaba por sorpresa.
Me lo imaginaba azul, del tamaño de un pepino, con dientes de Ratoncito Pérez, nariz de Pinocho y orejas de gato. Pero no conseguía verlo.
Una noche, dejé en la cocina un platito con frutos secos y trocitos de galletas y le escribí un mensaje: 
 "Quiero ser tu amiga y jugar contigo, pero te pido por favor que no le escondas más las cosas a mi abuelita", le decía. 
Y me escondí, esperando que llegara. Por algún sitio tenía que entrar. 
Al poco rato, apareció. Era tal como yo lo había imaginado: pequeñín, azul, con una nariz muy larga y orejitas de gato, aunque llevaba un sombrero picudo con tres bolitas de colores en la punta; muy gracioso. Le vi bajar por el hueco de la chimenea y descolgarse por una cuerda muy fina hasta la tabla de la cocina donde estaban los frutos secos y las galletas que yo le había dejado. Se comió algunas almendras, nueces y avellanas y lo demás lo guardó en un pequeño saquito rojo que traía colgado en la espalda. 
Luego, leyó mi mensaje y empezó a bailar y dar saltos por toda la cocina. Parecía muy contento. Sacó un pequeño trozo de carbón de su saquito y escribió algo encima de la tabla de la cocina. Después, se quedó dormido allí mismo. 
No quise acercarme a leer su mensaje porque lo hubiera despertado. Y me fui muy despacito, muy despacito, sin hacer ruido, a mi cama. Era muy tarde y mi abuela, que me estaba esperando, se acercó a mí, me dio un beso y me leyó un cuento. Me quedé dormida.
Por la mañana, me levanté muy temprano para leer el mensaje del duende. 
Me decía que esconder las cosas de la abuela era para él como un juego, porque los duendes son
muy traviesos, pero que ya no lo haría más porque quería ser mi amigo. Y me proponía un juego nuevo.
"Tienes que buscar mi casa y cuando la encuentres te presentaré a mis amigos", me decía. 
Busqué y busqué y busqué hasta que al fin la encontré. La casa del duende era una cueva muy pequeña dentro de una piedra muy grande. En la puerta de la cueva había un cartel que decía: "Aquí vive el duende de la Piedra Gorda". 
Fue así como me hice amiga del duende y de sus amigos: la libélula, la hormiga, el saltamontes y el escarabajo.
A partir de aquel día, al llegar la tarde nos juntábamos todos en la puerta de aquella cueva para contarnos cuentos de niños, animales y duendes.

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* Escrito para leer a los niños en la actividad lúdica organizada por el colegio público de mis nietos, a la que se refiere la imagen del cartel arriba expuesto, editado por el colegio.

* * Este cuento parte de los primeros párrafo de otro cuento para adultos, que está incluido en este blog y que se llama "Maldito duende".





4 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, me ha encantado.

Anónimo dijo...

Bnas tardes.A mi también me gustó mucho. Gracias Ulla!! Sigue Adelante con más relatos
Lola Aceituno

Ulla Ramírez dijo...

Gracias!

Ulla Ramírez dijo...

Gracias, Lola.