Vida partida

No soportaba aquella humedad pegajosa en el cuerpo. La culpa era del mar. Pero quién se aleja del Mediterráneo por semejante molestia. El amor siempre prevalece. Y aquella luz.
Al final del verano su estado era preocupante y por más agua que bebía la deshidratación a punto estuvo de tumbarla.
Llegó el otoño y volvió al interior. Allí se recuperó de su dolencia, aunque a los tres meses la nostalgia del mar la consumía y el frío le helaba los huesos.  
Así fueron sucediéndose, años tras año, los veranos luminosos y deshidratadores y los inviernos helados y grises. 
Buscar un final feliz para esta historia fue imposible. Murió con el alma partida en dos mitades.

1 comentario:

bisílaba dijo...

La disyuntiva física espejo de la anímica.
La encrucijada entre el placer material y el espiritual.
Tal parece que fuera imposible la conjunción de ambos...
Y que "ser mitades" fuera el destino.
Abrazo!