Para conciliar el sueño, anoche, me puse a contar ovejas: primero una, luego otra, luego la siguiente; así hasta reunir un buen rebaño. Habría unas cincuenta más o menos. No se cómo se me coló un perro en la escena y un pastor no podía faltar. De manera que, a partir de cierto momento, empezó a molestarme el balar de las ovejas, los ladridos del perro y las voces del pastor. Entonces cambié de método y me puse a contar lobos. Las ovejas desaparecieron, pero tuve que soportar los aullidos de la manada. Seis lobos llamando a más lobos. Insoportable. Di un salto de la cama y salí de la habitación. Fui al baño, baje a la cocina, bebí agua, me asomé por la ventana, miré la noche y suspiré; el reloj de pared marcaba las dos. Me entró frio y pensé que los lobos ya se habrían ido, de modo que subí las escaleras con el ánimo dispuesto para el sueño, pero cuando entré en la habitación, allí estaba el dinosaurio.
4 comentarios:
muy chevere el cuento,,,,,sabes cuando desaparezca el dinosaurio pásate x mi bloc ....jajjajjajaja
http://jesucristollamayaleabriste.blogspot.com/
Excelente cuentito. Solo faltó aparecer la oveja negra.
La oveja negra es en realidad el dinosaurio.
Felicidades por el cuento, me ha sacado una buena sonrisa. :D
En los momentos de insomnio mi abuela tejía, era lo mejor que podía hacer por las ovejas. Hermoso relato. Felicitaciones.
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