Aquí todo parecido con la realidad es una ficción que la inventa.
El error
Niños
— Me acuerdo cuando fui a Islandia y cogí las piedras de colores.
— No te puedes acordar de eso, cariño. Es imposible. Tenías dos años.
— Sí que me acuerdo, ¿Cómo no me voy acordar de mi vida, abuela?
— Porque eras muy pequeño. Yo no me acuerdo de cuando tenía dos años.
— Claro, abuela, pero yo tengo siete años, tengo una vida muy pequeña y me acuerdo de todo. La tuya como es más larga pues se te olvida.
Rimas
Ya sé que Gustavo Adolfo Bécquer no escribió las Rimas para mí. Aun así me gustaban cuando era joven y estaba enamorada. No de él, claro; eso sí que hubiese sido una locura.
Andaba yo entonces por donde mismo él pisaba -Rayo de Luna, Las Golondrinas– y cada mañana me llenaba del aroma de Rosa de Pasión camino de la Venta de los Gatos, donde, en la misma puerta, cogía el autobús para ir a la facultad. Nunca nos cruzamos.
Compresión
La semana se le hizo un día porque los minutos se le habían amontonado en un mismo lugar.
Alturas
Me dan vértigo las Montañas Rusas y las norias. Ese subir y bajar, subir y bajar, me mata. Para mi lo bueno de la altura es quedarme aquí y disfrutar de las vistas.
Pan y chocolate
Hibernación
Me gusta el tiempo lento del invierno; ese que se hace eterno mientras dormitamos la vida hasta que llega una nueva primavera y la naturaleza explota. Las osas hibernamos, pero no dejamos de ser salvajes.
Dilema
Dicen que la imaginación es libre.
Y más libre mientras más sola. Y más sola mientras más libre.
Desmemoria afectiva
Lo olvidó todo como si fuera nada; menos su nombre. La llamaba con insistencia y a veces me confundía con ella.
— No soy mamá, papá, soy tu hija —le decía yo.
— ¡Que va! estas equivocada, tú no eres mi hija —me dijo—. Dame un beso.
Le di un beso en la mejilla y le ofrecí la mía, pero él se giró y acercó sus labios a mi boca. Le dejé.
Aquella noche mi padre durmió feliz y de un tirón. Las enfermeras estaban extrañadas.
abandono
El cuento tenía final abierto y por allí se marchó sin reparar en todo lo que hubiera quedado por escribir.
Greguería
De alguna manera las nubes maquillan la tristeza, pero al rato llueve y ya da igual llorar.
A-m-o-r
Pensó que nunca volvería a pronunciarla. Había pasado mucho tiempo y recién terminado el invierno se apuntó a un curso acelerado online para reaprenderla. En primavera la deletreaba alegre por cada rincón de la casa y hasta llegó a ponerle música de fondo. Le gustaba tanto lo que sentía que se le despertó el deseo de apuntarse a una clase presencial. No la admitieron: era una jugadora con suerte.
Consentimiento
Habitaba en una casa deshabitada de amor y poblada de recuerdos. Quería olvidar y se enamoró queriendo de un sintiente de un planeta lejano que sin premeditación ni alevosía le suministraba diariamente un delicioso menú de palabras olvidadas y emociones que creía muertas. No esperaba llegar a tan viva resurrección, el asunto se le voló de las manos con el total consentimiento de su corazón. Entre tanto, los recuerdos cogieron sus mochilas y fueron bajando la escalera camino de la puerta de salida sin apenas necesitar ningún empujón. Y por las paredes de la casa, por todas las habitaciones, desde el techo hasta el suelo, empezaron a brotar canciones olvidadas, poemas de amor, frases hermosas, el color y brillo de los ojos de aquel ser extraño, el sueño pintado de un abrazo, el deseo servido en un plato de polvo de estrellas bien cocinado; todo acompañado de partituras en el aire que inducían al éxtasis.
¡Qué misterio! Todo producto de su imaginación como diría al final el mago.
Melodía
Quisiera llegar a ti como tu música llega a mí en el instante preciso y precioso en que te nombro.
El ilusionista
Érase una vez un mago vestido de gris. Gris era su traje, gris su camisa, su corbata era gris y hasta su maletín tenía grandes letras grises anunciando su profesión:

Pasaron las semanas, los meses y los años, y un buen día apareció en la plaza del pueblo un bonito cartel con letras rojas, azules y amarillas anunciando un gran espectáculo de magia:
LA ILUSIÓN AL ALCANCE DE TU MANO.
La plaza se llenó esta vez también de niños y el ya viejo ilusionista apareció encima del escenario vestido con un deslumbrante y maravilloso traje de colores. De pronto, quedaron sus ojos clavados en la fila numero ocho y sintió un estremecimiento. Allí estaba, con la misma mirada perdida y triste de aquel niño decepcionado que ya era todo un hombre. Su gesto lo decía todo.
Aliento
Fragmentos del Paraíso
La caracola blanca, el dorado almirez,
las viejas muñecas
los cuentos de mi niñez.
Los rosales rojos que regué tantas veces
las margaritas que deshojé por ti
El tiempo lo robó todo
como me robará a mí.
(Escrito en 1988)
Vínculo
«Me gustaría tener un agujerito por el que poder verte» me decía mi abuela cuando nos escribía. Yo le dibujaba el agujerito en la carta de vuelta, debajo de la firma de mis padres. Ella me contestaba, en la siguiente, que había mirado por él y me había visto. Yo la creía.
Deforme
No es la locura la que hace ver la realidad de otra manera, es la realidad la que nos vuelve locos.
Amor fantasma
—Menos sábanas y más pasión. Si seguimos así de sosos nos devolverán al cuerpo —le dijo ella mientras tendían la colada.
Del revés
Si tu corazón anda por las nubes y la cabeza permanece en la tierra, no tengo más remedio que pensar que estás del revés y que los pies se te debieron quedar en la luna llena de julio.
Aplicación
Abrió la aplicación, buscó su nombre y lo añadió a la lista de deseos: una sonrisa, un abrazo, un día.
La decisión
La puerta.
Hay puertas que cautivan nada más verlas. Son viejas puertas con historia. Esta lleva incrustada el olor a retama quemada y el aroma del pan recién sacadito del horno de la vieja panadería. La originaria.
Tras ella, aún se conservan los ecos de las voces de Mariana, su fundadora allá por 1905, y de María, hermanas de mi bisabuela Remedios, mujeres, las tres, arrugaditas como pasas de tanto trabajar, y luego del maestro pala y de Emilia, una generación herida por la guerra, y de la risa floja de Lily, que cogia un bollo "prestado" para dárselo a escondidas a Paquito. "Cosas de chiquillos" le decía el tío Salvador Chines a Miguel de Mariana cuando este les reñía. "¿Que más da un bollo más que menos, Miguel? ".
Pero Miguel vigilaba cada gramo de harina y así amasaba el futuro. Y encargaba a Emilia que estuviera atenta a su niña y no le perdiera ojo a sus trabajadores, que "a veces se distraen", decía Miguel. Ella procuraba cumplir, aunque otras veces hacia la vista gorda porque había gente que no podía comprarse un pan blanco.
Demasiados hombres acudían al alba muy cerca de la panadería, a la explanada de la Ermita, día tras día, para entrar en una especie de subasta donde los escogían para trabajar hasta la puesta de sol.
"Tú y tú y tú, sí; los demás otro día, que no hay trabajo para todos. ¡Y tú, Antonio! a ver si te pasas por mi casa y me limpias la cuadra y la corraleta de los cochinos y ya más adelante habrá trabajo", decía el encargado del cortijo.
Menos mal que estaban las cabrillas, me contó mucho despues mi padre —Paquito el huerfano le llamaban— y la leche no faltó nunca ni en los Burgos en casa de su abuela Remedios, ni en Valle Niza, en casa de su tío Antonio, ni más tarde en casa de su tía María, en los Ruises, donde estaba la panadería; que en todas estas casas estuvo viviendo de niño mi padre, siempre de un lado para otro, rifado. Tampoco faltaban los espárragos, ni los chumbos coloraos recien barridos y lavados. Ni el pan de habas casero, ni el café de cebada. Ni la alegría dentro de la tristeza y la estrechez.
---------------
*Escrito en 2022.
Cambios
—Abuela ¿mamá trabaja en el cielo tanto como tú?
—No, hija mia, el cielo tiene esa ventaja, que ya no hay que doblar tanto el lomo.
Y seguían cenando en silencio a la luz del quinqué.
Escrito al amanecer
La pastilla para evitar la ansiedad le tenía anulada la memoria de lo soñado. Pero aquella noche el sueño debió ser más intenso porque al despertar recordó el suave tacto de una mano en la suya. También recordó que dentro del sueño abrió los ojos y le vio sonreír. Era tan real que quiso darle un abrazo, pero su cuerpo se desvaneció. Durante todo el día le vino la sonrisa y el llanto a partes iguales porque estaba segura de que había soñado con el último amor de su vida.
Bailes
En el baile suelto cada uno llevaba su ritmo, hasta que en el momento oportuno cambiaba la música y se bailaba agarrado. La música no se cambiaba sola.
La urraca y la rana
"Tengo que descubrir el misterio de su brillo”, pensó, y levantó el vuelo.
— No te quiero hacer daño. Cuentan cosas falsas sobre mí y nadie quiere ser mi amiga. Busco una amiga como tú.
— Pues a mi me pareces bonita. Tu plumaje cambia de color con el sol. Es atrayente.
La urraca correspondió al piropo.
— Igual que tu brillo; es especial, diferente al de las demás ranas. Sube a mi cuerpo y te llevaré hasta el cielo. Ya me contarás tu secreto.
La rana no lo pensó, dió un salto y se subió a la urraca.
— Haremos añicos tu mala fama, dijo la rana confiada y feliz.
Inventada
Le mantuvo la mirada tres segundos y sus ojos la extraviaron. Perdió la cabeza, cayeron los brazos, se descoyuntaron sus piernas. Se desarmó. Dudó de su propia existencia. Quizás fuera inventada.
Juego
Un buen partido
— Me cae mal, no lo puedo ocultar. No sé por qué insiste, madre.
— Es un buen partido; no hay muchos hombres por aquí como él. No nos faltará de nada.
—Pues si tanto le gusta, hágase usted su novia.
— Yo ya soy vieja, hija, y los hombres ya se sabe. Pero tú deberías pensar...
El resto del día un silencio espeso se hizo entre las dos.
Al caer la noche, mientras una rezaba el rosario la otra pedía perdón a Dios por querer abandonar a su madre en aquel último rincón del mundo.
mirada
Mi gata no sabe que siento cuando la miro. La misma incertidumbre tengo yo cuando me miras tú.
Confusión
Apenas sabemos que el mundo no es como creíamos, decidimos utilizar la imaginación para poder soportarlo, siendo plenamente conscientes de la doble vida, entre lo real y el sueño, que llevaremos hasta el final de nuestros días. A veces nos confundimos.
En la Nada
— Pero tú, ¿en qué piensas?
— Pienso en la Nada.
— ¡Pero si la Nada no existe!
— Eso es lo que tu crees, pero yo he vivido en ella.
Canción de noche
Cuando llega la noche y el sueño no viene, yo me canto una canción. Suya es la letra y mía la música.
Misterios
Cuando era niño, tenía la manía de diseccionar los juguetes para ver lo que había dentro. Abrí en canal el tren de hojalata que me regaló mi abuelo y me quedé sin él, desarmé el coche eléctrico que me regaló mi padre y lo perdí para siempre. Luego, comprendí que si quería escuchar música no podía romper aquella caja mágica a la que llamaban radio. Ahora tengo un amor.
Pompas
Disfrutaba la niña con las pompas de jabón; las irisaciones que producía la luz del sol en su redondez imperfecta le fascinaban. Pero pensaba que eran solo un mágico envoltorio de algún prodigio extraordinario que sucedería en algún momento ante sus ojos. Cuando explotaban se entristecía, pero enseguida hacía otra y sus ojos volvían a iluminarse. Así era la ilusión más pura.
Con el tiempo, supo la niña que todas las pompas de jabón acaban explotando y que ninguna tiene nada dentro. Fue entonces cuando se enamoró de los colores que las adornan mientras permanecen suspendidas en el aire.
Azares
Puse una gata de tres colores en mi vida; mi abuela decía que daban buena suerte. No conté con aquel maldito felino que vino a rondarla y se comió mis sardinas. Era lo único que tenía para comer aquel día de calor infernal. Tuve que bajar al bar y en la esquina tropecé, literalmente, con un vecino. Nos disculpamos mutuamente y me invitó a una cerveza, nos conocimos y me enamoré. No fue el destino, fue el azar disfrazado de unos bonitos ojos verdes y una sonrisa amplia llena de dientes muy blancos. También se comió todo el pescado y solo me dejó las espinas.
Finales
Cuando empiezo una historia ya no pienso cómo acabará porque el final nunca fue como yo lo imaginé.
Elección
Tuvo la oportunidad y la ocasión de elegir. Pero nunca sabrá que hubiera pasado si hubiera elegido el otro camino. Pero a todo lo que ocurrió porque eligió el que eligió le llaman suerte, o mala suerte o destino. Aunque si hubiera elegido el otro, a lo que hubiera acontecido le llamarían igual.
Mustio
En enero de mil novecientos diecisiete, Doña María, enferma de tuberculosis y viendo cercana su muerte, decidió casar a su sobrina Conchita, de diecinueve años, huerfana de padre y madre, con su hermano Antonio, viudo con un hijo y veinte años mayor que aquella.
Una vez celebrado el matrimonio y en la misma noche de bodas Don Antonio le dejó claro a Conchita por la vía de los hechos que no podía consumar. Para Conchita fue un verdadero alivio. Aunque pronto comprobó, para su desgracia, que su tío no estaba en condiciones de ofrecerle casi nada, porque ni tan siquiera tenía sesera para llevar la abacería. Tenía que hacer algo o acabarían siendo pobres. Así que le sugirió sutilmente a su marido que dejara en sus manos el negocio.Don Antonio le dijo que ni hablar, que no iba a consentir que su mujer estuviera trabajando de cara al público, y un día se presentó en la abacería con su hijo Miguel para que fuera el encargado. También metió a una muchacha que vino del pueblo para atender a la clientela.
Pasado un mes, Don Antonio miraba a la tendera con ojos de deseo. Conchita reparó en ello, pero, vistas las capacidades amatorias de su marido, no le preocupó. Para ella estaba mustio.
Pero pasaron dos meses y la tendera se sonrojaba cada vez que el hombre aparecía por la tienda, mientras Don Antonio se regocijaba dentro de su traje; detalle este que no se le escapó a Conchita, que asombrada decidió celebrar el acontecimiento despojándose por fin de sus enaguas en la cama de Miguel.
La abacería resultó ir de viento en popa.
Amanece
Ya no me embarga la tristeza a la hora vespertina cuando en estampida los pájaros se retiran a sus nidos. Tampoco temo al conticinio cuando se palpa el silencio y un hacha pareciera cortar el aire con su gruesa hoja de acero. Tampoco me produce inquietud la puerta cerrada de mi corazón solitario, ni me cuesta respirar cuando los vecinos apagan la luz y la noche se cierne sobre mí. Me basto sola para iluminarme el alma y sofocar mi corazón de fuego. Tampoco hace falta ya que tu vengas a traer el sol por las mañanas.
2020
Sana, sanita, sana...
...culito de rana, si no sanas hoy sanarás cuando llueva y se llene la charca.
En la sombra
El calor quema, abrasa
la calle se derrite
mi casa es un refugio de sombra.
Este infernal verano
presiento soledad
deseada como la sombra.
Me abandono
al deleite del paso lento del tiempo
al sereno existir en la sombra.
Y me llegan recuerdos de ti
tan lejanos ya
como las sombras.
Escrito en 2005
El regalo
Amor fantasma
Salió de la habitación haciendo eses por el pasillo hasta que se topó con la pared y la traspasó. Al otro lado, él la esperaba ilusionado para vivir su primera noche de amor, libres ya de las ataduras corporales.
Lluvias
Este año ha llovido barro y en el pueblo fue muy comentado. Los viejos decían que una vez llovieron ranas y las mujeres contaban que lo que llovió, en realidad, fueron renacuajos. Pero esto de las lluvias extrañas no es una novedad. Mi abuela cuenta que en el año en que ella vino al mundo llovieron sombras. Y añade siempre como una coletilla “y eso fue en el 36”.
Incertidumbre
Como no tenía miedo, ni frío, ni hambre, imaginó cómo actuaría si un día le atacaba un monstruo en medio de la noche en un desierto helado y sin maná. No tendría recursos porque no estaba entrenado. Así que contrató a un couch que se lo pusiera difícil. Las pruebas empezaron pronto a subir de nivel hasta que llegaron a ser coercitivas. Por fin creyó que estaba preparado para soportar lo que viniera, aunque no sabía lo que le esperaba porque un monstruo se le había instalado dentro.
Doña Lorenza
A las cinco y media de la tarde, con rigurosa puntualidad, llegaba en bicicleta Miguel, al que Doña Lorenza quería como un hijo desde que de niño quedara huerfano de madre. Se mantenía a una distancia prudencial, posado sobre sus albarcas silenciosas; esperando.
Las malas lenguas podrían añadir alguna historia de amoríos entre Lorenza y el padre de Miguel, el típico caciquillo de pueblo, pero no vamos a dar aquí pábulo a chismes de comadres y tabernas.
El chaval, alto y bien hecho y con unos ojos negros que quitaban el sentido, era ya un hombre y su presencia alborotaba a las quinceañeras. Sobre todo se inquietaba Remedios que se levantaba de la silla cada cinco minutos con cualquier pretexto. Pero Doña Lorenza era la mar de comprensiva y, cinco minutos antes de que terminara la clase, le daba permiso para que diera por terminada la labor.
— Anda, hija mía, que pareciera que tienes un garbanzo en el culo. Ve, ve, y ya vuelves mañana, que de coser vas a tener tiempo, pero el amor pasa volando como las mariposas.
Y allá que se levantaba rauda Remedios y se montaba en la bicicleta con Miguel y se marchaban por aquellos caminos de tierra a pintar un corazón con dos flechas en el tronco de cualquier algarrobo, mientras a Doña Lorenza se le caían dos lagrimones.
Presagio
Ni yo misma me entiendo cuando te pienso. Por eso procuro no pensarte. Pero el agua ha caído hoy como en aquellos días en los que tu y yo veíamos caer la lluvia con la nariz pegada a los cristales y el vaho de nuestro aliento terminaba por empañarlos. Un dolor agudo me atraviesa el recuerdo. Mejor que no llueva.
Epílogo del Génesis
―No importa, ahora está perfecto ―pensó. Y se sumergió en el más profundo de los sueños eternos.
El cuento de la buena mujer
Ella tiene que estar donde tiene que estar cuando tiene que estar porque le toca. Y cuando ya no tiene que estar pues no está porque ya no hace falta que esté. ¿Quieres que te lo cuente otra vez? Que yo no digo ni que sí ni que no. Sino que si quieres que te lo cuente otra vez.
Trampa
Víctima de una implacable araña virtual, se encontró envuelto en una trampa de hilos invisibles.
Una maestra en apuros
— ¿Y eso se lo has contado a papá y a mamá?
— ¿El qué?
— ¿Que tienes pensado volar en la bici?
— No, quiero darles una sorpresa.
— Pero verás, Juan, los niños tienen que contarle a papá y a mamá todos los planes que tengan. ¿Y a dónde piensas volar, Juan?
— Desde mi calle al cielo, como Eliot y ET
— Pero las bicis de verdad no vuelan, cariño.
— Si vuelan, yo las he visto volar.
— ¿Cuándo?
— En la película.
— Pero en la película es una fantasía, cielo.
— Pero mi mamá me ha dicho que si lo deseas mucho mucho los sueños se pueden cumplir. Y que si tú los persigues para cogerlos los alcanzas.
— Pero volar con una bici es imposible Juan. Hay que volar dentro de un avión con mamá o con papá o con una persona mayor.
— ¿Y en avión se llega a donde está el abuelo?
— No cielo, el abuelo está en un cielo que está más lejos.
— Pues yo quiero ir aunque esté más lejos. Mi bici es fuerte y veloz.
– ¿Sabes una cosa Juan? Escúchame bien. Escuchadme todos. Todos vamos a ir al cielo algún día. Pero tenemos que esperar mucho tiempo porque hay cola para ir ¿Lo entiendes cariño?¿Lo entendéis?
— Sí, como cuando fuimos al cine, a ver ET, que había cola.
– Sí, eso, pero la cola para ir al cielo es muy larga y aburrida. Así que es mucho mejor hacer otras cosas mucho más divertidas. Toda la vida, ¿vale?
– ¡Vale! Entonces puedo ir con la bici a otro sitio mientras?
– Claro, cariño. Pero siempre se lo tienes que decir a mama y a papá. ¿Vale?
– Pues entonces iré a la luna, como los astronautas.
De cuentos
Él se quitaba de cuentos. Iba al grano, que era lo que le daba de comer. No pensó que si seguía engordando acabaría en la olla, comidos por otros. Como el Gallo Quirico.
Greguería
Los fines de semana siguen siendo sagrados. Más para re-picar en el bar que para ir a misa.
Engelante
Amor anónimo
Ayer en la mañana el cartero dejó en el buzón una carta sin remite con un corazón sin nombre. Me sentí como un chiquillo a pesar de mis años. Encendí la radio y me puse a bailar. Regué mis flores y entoné una canción. A media tarde me bañe en agua templada, me puse guapo y me vestí con una camisa de colores. Estoy ansioso por recibir la próxima carta.
Demasiado tarde
Tal vez en otro momento, padre. Pero ahora no. Ahora voy a ser el garbanzo negro de la familia que no acude con puntualidad allí donde se le espera; ese mal hijo que desprecia el cargo de gerente que me ofreces en tu prestigiosa fábrica de cerveza, donde podría llegar a ser un hombre de éxito, como es tu deseo. Pero ahora no. Porque ahora quiero pedalear hasta el pico más alto de mis sueños y vivir mi propia carrera. Tal vez vuelva luego demasiado tarde, tras un paseo desigual por la vida. Pero sólo entonces podré sentarme tranquilo en la puerta de tu casa, a la sombra de tu parra, frente al mar, contemplar la belleza de los rizos que el viento provoca en las olas y recordar sin angustia aquel día en que me quisiste enseñar a nadar. No me ofrecías tu mano cuando me hundía y me ahogaba. Aún recuerdo la sirena de la ambulancia y el llanto de mamá a mi lado. Esperaste demasiado para salvarme.
* Este relato ha sido escrito dentro de las normas establecidas en Club de Teatro y Lectura de la Viñuela (Málaga). Se trata de hacer un relato de no más de 180 palabras con diez palabras dadas. Una buena prácticas para crear hábito de escritura, probar diferentes temáticas y aprender unos de otros.
Insoportable
Desde que voy al gimnasio estoy en un estado mental por encima de mis posibilidades. Será cosa de la dopamina, de la serotonina y de la endorfina o será producto de mi imaginación. Tendría que ser realista y poner los pies en la tierra. Se lo digo a la luna todas las noches. Pero ella también tiene sus cosas y se queja de que al parecer está encogiendo. Y yo le digo que eso es normal, que cuando nos vamos haciendo mayores cada año se encoge un poco, no se si porque los huesos menguan o lo que mengua es la cabeza en si, toda ella entera. Creo que es lo primero, porque si fuera lo segundo ya habría por ahí algunos humanos como pollos sin cabeza andando por la calle. Aunque yo imagino a unos cuantos sin cabeza y no me da pena; no se perdería nada, vamos, que se ganaría. Viviríamos en paz y puede que hasta la luna dejara de encoger, porque a lo mejor lo que le pasa es que tiene el corazón encogido del horror que ve, aunque desde allí arriba no se sienta tanto como aquí. Quizás por eso yo tiendo a elevarme, porque de cerca es insoportable.
¿No hay una Justicia Universal rápida para los pollos salvajes?
Reverso
No le gustaba su pasado y se inventó otro. Acabo por negar el segundo y se inventó un tercero. En cada decepción, tropiezo o error su cerebro le fabricaba una nueva vida cada vez más alejada de la original hasta que llegó a ser su propio reverso. Mejor reinventarse que reconocer errores, mejor reinventarse que pedir perdón, mejor reinventarse que seguir siendo yo, se decía. Se reinventó tantas veces que cuando murió nadie le recordó por nada duradero. Su recuerdo fue tan volátil como el suspiro de un gorrión.
Memorias
Un día encontró una memoria en el contenedor de basura y se la colocó de adorno en la cabeza. La suya la tiró al río del olvido, llegó al mar de la soledad y se la tragó una ballena azul. ¡Azul tenía que ser!
Al día siguiente, no reconoció ni a su madre. Tampoco le reconocí yo a él.
En la cocina
El recipiente para hacer la receta era de tamaño medio. Había que tener cuidado con las medidas y la proporción de cada ingrediente y cogerle el punto a la cocción. Admiración era larga, pero se quedaba corta, de modo que la echó a la olla. Amistad le pareció perfecta aunque tuvo que añadirle Comunicación para completarla. Cuando el agua empezó a hervir añadió Imaginación y Empatía y lo cocinó todo con mucho Amor. Finalmente pronunció el Abracadabra. El resultado fue una exquisita sopa de cuento.
El viaje
De niño, mi sueño era tener un coche de pedales de color rojo y con bocina. Pero eran muy caros, así que me tuve que conformar con el pedal de la máquina de coser de mi madre y mover la rueda grande para un lado y para el otro como si fuera el volante. A mi madre no le gustaba aquella idea y me abrió una libreta de ahorros y a los dos años me regaló una bicicleta.
Fue con aquella bicicleta con la que un día llegué a tu casa y nos hicimos amigos. Nos pasábamos la vida jugando bajo la sombra de la parra, pero un día, al poco tiempo, nos dejaron bajar en bici a la playa con mi hermano mayor y allí hicimos castillos de arena y chapoteamos entre las olas; nos gustó tanto que ya fuimos todo el verano. Cada día veíamos pasar el tren y siempre le decíamos adiós con la mano a los que miraban el paisaje por la ventanilla. Hasta que un día, pasado el tiempo, fuimos nosotros los que viajamos en el tren con tu abuela y pasamos por los túneles, que dentro del tren parecía que era de noche, aunque contábamos hasta diez en voz alta y enseguida se hacía de día, y nos reíamos porque era como un juego.
Y volvimos más veces a la ciudad y fuimos al parque y a ver los patos del estanque y nos tomamos nuestra primera cerveza con mucha espuma, tanta que rebosaba y nos dejaba unos bigotes blancos que nos hacían parecer payasos y yo limpiaba con mi pañuelo tus labios y vaya sonrisa bonita que tenías. Y fuimos al puerto y vimos los barcos y aquello sí que fue soñar a lo grande, porque ese viaje sí que tendría que ser una verdadera aventura: cruzar el mar, tan azul y tan inmenso, contigo.
Fue entonces cuando nos hicimos novios formales aunque tardamos unos años en casarnos. La boda fue muy bonita y muy alegre y yo no he visto en mi vida novia tan guapa como tú ni tanta comida hecha en los peroles de mi tía ni tanto pan blanco junto, ni tanto baile de rueda.
Luego nos fuimos a vivir a Málaga y montamos una tienda y tuvimos a nuestro hijo, que cumplía un año aquel maldito día en el que los militares salieron a la calle. Y vino la guerra que ganaron y tuvimos que irnos andando por la carretera de Almería y nos salvamos de milagro porque nos tiraban desde el mar y llegamos hasta Alicante, donde también había un puerto. Y sí, viajamos en un barco grande, pero no fue como en nuestros sueños porque nunca pudimos volver.
Y ya solo nos queda el viaje ese que tú y yo sabemos, en el que vamos dormidos para siempre y no vemos el camino. Como tu ahora, que ya no me ves, aunque creo que sí me oyes porque lo siento en tus manos.
Leyenda
Al principio la niebla lo cubría todo, hasta que los dioses insuflaron al mundo su soplo divino y un pájaro azul inauguró el vuelo libre en el aire. Luego los dioses crearon al hombre y este inventó la jaula.
Fragmento del Paraíso
Monos
Me amenazó con mandarme a pintar monas. Aproveché la ocasión y le tomé la palabra, pero me decanté por el género masculino de la especie. Ahora pinto monos con el cuello adornado por un búmeran.
La culpa
Investigación
En todas las familias extensas hay algunos garbanzos negros. Pero se sospecha que en la suya solo existe uno blanco y hay que averiguar quién es.
Cese y dimisiones
Volver
Despuntaba el sol cuando aparecieron por encima de la Torre de Zaga dos misiles compitiendo por ganar un pedazo de infierno más. Escuché gritar a alguien cuerpo a tierra, obedecí sin pensar. Cerré los ojos, apreté los dientes y anhelé con todas mis fuerzas volver a la cueva, ahuyentar con fuego a las fieras y pintar bisontes.
El viejo mago de la calle Goles
Usted no me creerá porque me ve como me ve, no solo viejo, sino vencido y derrotado, que es la peor vejez que puede existir, pero yo le juro que, durante los años ochenta, fui el mejor mago de España. Sí, aquí donde me ve, que no tengo hoy donde caerme muerto. Puede venir conmigo a mi casa; bueno, a la habitación donde vivo, aquí, a la vuelta de la esquina, en la calle Goles, porque ya no tengo ni casa, que la mía me la embargó el banco; así se porta este país con los viejos y fracasados como yo.
Échese un trago amigo, que hoy invito yo.
Como le iba diciendo, era un buen mago. Trabajé en el Circo Mundial, en el Gran Circo Ruso, en el Teatro de la Magia. Guardo todos los recortes de periódicos de aquella época, las fotos y todos los reportajes donde se alababa mi destreza. Pero de la noche a la mañana dejaron de contratarme. Mis números se estaban quedando anticuados; eso fue lo que me dijeron. Aunque creo que la razón fue otra: los niños ya no se sorprendían cuando veían a un conejo salir de la chistera, a una paloma aparecer entre un pañuelo o a la pobre Verónica escapar indemne de los siete cuchillos que atravesaba el cajón. Pobre muchacha; está peor que yo: muerta y enterrada; tuvo un accidente ¿sabe usted? Aunque tal vez sea mejor morir así, que sufrir esta humillación.
Lo que pasó, en realidad, no es que mis trucos estuvieran pasados de moda o que yo hubiera perdido facultades, es que los niños dejaron de creer en la magia. Me lo dejó claro un chavea el último día de trabajo; esas cosas no se olvidan. Tendría unos diez años y se colaba todos los días en el anfiteatro del circo; se sentaba siempre en la primera fila, para ver las fieras de cerca, decía. ¡Jodio chaval!
¿Quiere otro vasito de vino? Ha dejado de llover, pero es temprano. ¿Camarero!
Y perdone mi atrevimiento; a lo mejor le canso con mis cosas. Es que me pongo hablar y no paro, será por el poco tiempo que hablo con alguien. Vivo solo, ¿sabe usted? Hay que aprovechar estos ratos, que mañana no se sabe. A lo mejor nos cae un satélite encima o un misil que se le escape a los rusos o a los americanos o vaya usted a saber de donde viene. El enemigo está en cualquier parte. Este mundo ya no es nuestro, si es que alguna vez lo fue.
Nueva vida
Cielo en las nubes
No creo que vuelva: me coge de paso.
3/05/2012
Decía mi abuela que...
LLueve ahí afuera
Apenas llevaba diez minutos leyendo, mi madre se levantó sobresaltada de la mecedora de rejilla, soltó el libro en la mesa y se dirigió a la ventana. Abrió los postigos y se quedó ahí, mirando hacia fuera, escrutando la oscuridad. Algo había oído que parecía preocuparle.
Parece que la estoy viendo como si fuera ayer y ya hace más de cuarenta años; de espaldas a nosotras, alta, derecha, peinada con un moño a modo de roete que le dejaba el cuello libre y vestida de negro, siempre de negro; aquella noche también.
Estaba lloviendo. Más bien diluviaba ahí afuera. Pero mi madre nos dijo que un hombre rondaba la casa y que iba a salir.
Tenía apenas siete años, pero percibí el peligro cuando ordenó que nos metiéramos debajo de la cama y que no saliéramos hasta que ella volviera. Y más aún lo percibí cuando la seguí hasta el corral y la vi coger un palo enorme, el más grande que tenía. Y más aún cuando nos dio un beso a cada una y desapareció de nuestra vista tras cerrar la puerta y mi prima rompió a llorar. Y entonces lloré yo también, mientras mi prima tiraba de mí hacia el dormitorio y me empujaba hacía el suelo para que nos metiéramos debajo de la cama; como mi madre había ordenado.
Estábamos a oscuras y tiritábamos, aunque no sabía si de frío o de miedo. Antes de esa noche yo había sentido miedo alguna vez, pero nunca de alguien. Ahora tenía miedo de ese hombre desconocido que dijo mi madre que rondaba la casa. Esta casa que está en medio de la nada, rodeada de cerros por todos los puntos cardinales y a la que hace cuarenta años solo se podía llegar a pie por un caminito estrecho y pendiente que la separaba del pueblo unos tres kilómetros. Y aquella noche diluviaba y había una oscuridad impenetrable, de esas que hacían pensar que cualquier hombre que hubiera llegado hasta aquí conocía el camino y no podía venir a nada bueno. Eso decía mi madre antes de salir por la puerta con el palo en la mano y muy enfadada. Porque sí que parecía que ella supiera los motivos de aquel hombre para venir a rondar nuestra casa.
Lo recuerdo muy bien: sinvergüenza, canalla y ladrón, fueron sus palabras. Las últimas que yo escuché.
Sinvergüenza, canalla y asesino, debió adivinar ella, porque él había venido a matarla.
Llueve ahí afuera, más bien diluvia. Y el hombre desconocido aún ronda esta casa. Nunca le vi, a pesar de que era mi padre.
El hilo
— Me rindo.
— ¿Recuerdas a la abuela cuando nos tejía los abrigos de lana con aquellas agujas?
— Inolvidable en aquel sillón de flores; lo hacía al caer la tarde.
— Sí, pero cuando se equivocaba o no le gustaba como estaba quedando destejía, volvía a ovillar el hilo y empezaba de nuevo. A veces con otras agujas, con otro punto.
— Es complicado.
— ¿Por qué?
— Porque ya no soy la mujer que se equivoca y vuelve a tejer sino el hilo desgastado del abrigo destejido.
— Siempre hay algo que nos recicla.
— Sí, volver a soñar. Hasta que caiga el telón.
🧶