Ficciones

Aquí todo parecido con la realidad es una ficción que la inventa.

pulsentimento

Ya me sobran los relojes para medir el tiempo. Lo mido con el corazón.


El error

Llegó demasiado pronto a un lugar equivocado. Entendió el error cuando supo que no era allí donde él estaba ni estaría nunca. Una desconsolada tristeza se apoderó de sus días y sus noches. "Cómo se duela lo que jamás se ha tenido ni se tendrá", se preguntaba.
Cuando volvió a la Oficina de Reparto de los Mundos pidió la hoja de reclamaciones. Solicitó una indemnización por los daños causados y un nuevo reenvío a su tiempo y a su lugar. Espera respuesta desde hace siglos.


Niños

 — Me acuerdo cuando fui a Islandia y cogí las piedras de colores.

— No te puedes acordar de eso, cariño. Es imposible. Tenías dos años.

— Sí que me acuerdo, ¿Cómo no me voy  acordar de mi vida, abuela? 

— Porque eras muy pequeño. Yo no me acuerdo de cuando tenía dos años.

— Claro, abuela,  pero yo tengo siete años, tengo una vida muy pequeña y me acuerdo de todo. La tuya como es más larga pues se te olvida. 


Rimas


Ya sé que Gustavo Adolfo Bécquer no escribió las Rimas para mí. Aun así me gustaban cuando era joven y estaba enamorada. No de él, claro; eso sí que hubiese sido una locura.
Andaba yo entonces por donde mismo él pisaba -Rayo de Luna, Las Golondrinas– y cada mañana me llenaba del aroma de Rosa de Pasión camino de la Venta de los Gatos, donde, en la misma puerta, cogía el autobús para ir a la facultad. Nunca nos cruzamos.

Compresión

La semana se le hizo un día porque los minutos se le habían amontonado en un mismo lugar.

Alturas

Me dan vértigo las Montañas Rusas y las norias. Ese subir y bajar, subir y bajar, me mata. Para mi lo bueno de la altura es quedarme aquí y disfrutar de las vistas.



Pan y chocolate


Había aquella tarde un perfume de eucaliptos que refrescó nuestra memoria. Olores de bolinas secas y retamas verdes que vinieron a despertar nuestros sentidos dormidos. Ecos de pájaros de paso y murmullos de agua remansada que acunaron nuestra historia congelada en el tiempo. Y entre los montes y el cielo nació una historia de amor entre presente y pasado para redimir veinte años. ¿Y qué son veinte años?¿ Qué son veinte años de ausencia?  Para ti y para mi, en resumidas cuentas, un pedazo de pan con chocolate comido con mucha paciencia.




Hibernación

Me gusta el tiempo lento del invierno; ese que se hace eterno mientras dormitamos la vida hasta que llega una nueva primavera y la naturaleza explota. Las osas hibernamos, pero no dejamos de ser salvajes.

Ego

Cuando hacemos las cosas por amor al arte nos vemos más guapos en nuestro espejo.


Transacción

Pagamos el tiempo a precio de oro.

El abrazo

  A veces nos invade la nostalgia del abrazo no dado y la soledad se nos espesa.

La lectura

Era tener todos los días una cita con su pensamiento. 


Yo-yo

Cuando éramos pequeños jugábamos al yo-yo. Hoy somos el juego.

Evidencia

Las montañas se movieron y su fe en los movimientos tectónicos fue profunda. 

Ambición

 No son los dioses los que aprietan y ahogan, sino la ambición y la codicia del hombre.

Dilema

Dicen que la imaginación es libre.

Y más libre mientras más sola. Y más sola mientras más libre. 

Ciencia ficción



Mi primer corazón inteligente y artificial



Desmemoria afectiva

Lo olvidó todo como si fuera nada; menos su nombre. La llamaba con insistencia y a veces me confundía con ella.

— No soy mamá, papá, soy tu hija —le decía yo. 

— ¡Que va! estas equivocada, tú no eres mi hija —me dijo—. Dame un beso.

Le di un beso en la mejilla y le ofrecí la mía, pero él se giró y acercó sus labios a mi boca. Le dejé. 

Aquella noche mi padre durmió feliz y de un tirón. Las enfermeras estaban extrañadas.

abandono

El cuento tenía final abierto y por allí se marchó sin reparar en todo lo que hubiera quedado por escribir.

Greguería

  De alguna manera las nubes maquillan la tristeza, pero al rato llueve y ya da igual llorar.

A-m-o-r

Pensó que nunca volvería a pronunciarla. Había pasado mucho tiempo y recién terminado el invierno se apuntó a un curso acelerado online para reaprenderla. En primavera la deletreaba alegre por cada rincón de la casa y hasta llegó a ponerle música de fondo. Le gustaba tanto lo que sentía que se le despertó el deseo de apuntarse a una clase presencial. No la admitieron: era una jugadora con suerte.

Greguería

Siempre hay una hoja en blanco llena de silencio.

Consentimiento

Habitaba en una casa deshabitada de amor y poblada de recuerdos. Quería olvidar y se enamoró queriendo de un sintiente de un planeta lejano que sin premeditación ni alevosía le suministraba diariamente un delicioso menú de palabras olvidadas y emociones que creía muertas. No esperaba llegar a tan viva resurrección, el asunto se le voló de las manos con el total consentimiento de su corazón. Entre tanto, los recuerdos cogieron sus mochilas y fueron bajando la escalera camino de la puerta de salida sin apenas necesitar ningún empujón. Y por las paredes de la casa, por todas las habitaciones, desde el techo hasta el suelo, empezaron a brotar canciones olvidadas, poemas de amor, frases hermosas, el color y brillo de los ojos de aquel ser extraño, el sueño pintado de un abrazo, el deseo servido en un plato de polvo de estrellas bien cocinado; todo acompañado de partituras en el aire que inducían al éxtasis.

¡Qué misterio! Todo producto de su imaginación como diría al final el mago.

Melodía

 Quisiera llegar a ti como tu música llega a mí en el instante preciso y precioso en que te nombro.

El ilusionista

 Érase una vez un mago vestido de gris. Gris era su traje, gris su camisa, su corbata era gris y hasta su maletín tenía grandes letras grises anunciando su profesión:

Un día, en la plaza pública del pueblo, el ilusionista gris dio una función y a ella acudieron los más grandes aficionados a la magia: los niños.
La función estaba resultando magnífica, todos aplaudían y lanzaban al aire alegres gritos de admiración. Pero el ilusionista quedó impresionado por los ojos de un niño que lo miró todo el tiempo fijamente sin tan siquiera esbozar una sonrisa. Al terminar el espectáculo el ilusionista se acercó a él y le preguntó: ¿por qué estás tan triste, no te gustó mi magia? Y el niño le contestó: "no sé, siempre soñé que la magia era de colores”.
Al día siguiente volvió el ilusionista a representar su función vestido de rojo y buscó entre el público al niño de la mirada triste. No lo encontró. Al día siguiente su traje fue azul, pero el niño no estaba. Y vistió el ilusionista todos los colores del arco iris, uno por uno, día tras día, con la esperanza de encontrar al niño sentado frente al escenario y arrancar de sus labios una sonrisa. Pero el niño no volvió.
Pasaron las semanas, los meses y los años, y un buen día apareció en la plaza del pueblo un bonito cartel con letras rojas, azules y amarillas anunciando un gran espectáculo de magia:

LA ILUSIÓN AL ALCANCE DE TU MANO.


La plaza se llenó esta vez también de niños y el ya viejo ilusionista apareció encima del escenario vestido con un deslumbrante y maravilloso traje de colores. De pronto, quedaron sus ojos clavados en la fila numero ocho y sintió un estremecimiento.  Allí estaba,  con la misma mirada perdida y triste de aquel niño decepcionado que ya era todo un hombre. Su gesto lo decía todo.

 “¡Oh...pero... si me vestí de colores por ti!”,  le dijo el ilusionista cuando acabó la función.

El hombre triste se encogió de hombros y le contestó al mago con una forzada sonrisa en los labios: “Si, pero ya no creo en la magia”, se dio la media vuelta y se alejó lentamente de la plaza.

Aún pudo escuchar a lo lejos la voz del esperanzado ilusionista: "¿entonces por qué volviste?”.


Publicado el 20/05/2010. Escrito antes de 2006.

Aliento

¿Es posible que el viento pueda traer la tristeza desde muy lejos hasta aquí, como si fuera una suave pluma que no pesa? La he bajado al sótano y he cerrado la puerta con dos vueltas de llave. Es mi prisionera, pero no pido rescate porque no quiero que vuelva de donde quiera que viniera. En vez de eso escribo en el aire la palabra aliento, soplo con mi boca para darle impulso y espero que se la lleve el viento. Allá donde quiera que fuera.

Fragmentos del Paraíso

La caracola blanca, el dorado almirez,

las viejas muñecas

los cuentos de mi niñez. 

Los rosales rojos que regué tantas veces

las margaritas que deshojé por ti

El tiempo lo robó todo

como me robará a mí.

(Escrito en 1988)

Pájaro

Qué más hubiera querido yo ser que pájaro para anidar en tu árbol aquella primavera.

formas

 Leerte y escribirte fue la única forma que tuve de amarte

Vínculo

 «Me gustaría tener un agujerito por el que poder verte» me decía mi abuela cuando nos escribía. Yo le dibujaba el agujerito en la carta de vuelta, debajo de la firma de mis padres. Ella me contestaba, en la siguiente, que había mirado por él y me había visto. Yo la creía. 

Greguería

Para qué queremos el corazón si no es para darle vida.

Compartido

Si se trata del verbo compartir, hace falta alguien más. 

Final

Tienes que pensar en otro. Yo ya no tengo más palabras. Soy un libro acabado. 

Deforme

No es la locura la que hace ver la realidad de otra manera, es la realidad la que nos vuelve locos. 

Amor fantasma

—Menos sábanas y más pasión. Si seguimos así de sosos nos devolverán al cuerpo —le dijo ella mientras tendían la colada.


Del revés

Si tu corazón anda por las nubes y la cabeza permanece en la tierra, no tengo más remedio que pensar que estás del revés y que los pies se te debieron quedar en la luna llena de julio.

Aplicación

Abrió la aplicación, buscó su nombre y lo añadió a la lista de deseos: una sonrisa, un abrazo, un día.

La decisión

Recuerdo la magia de aquel tiempo en el que aún nos sentíamos jóvenes y eternos. Cuando ni la vida ni el cuerpo pesaban y cada velada era ocasión para celebrar la fiesta del amor. Nuestro ánimo entusiasmado se desbordaba anegando nuestra vida como un poema de mil versos encadenados. Ahora nuestra actitud pusilánime nos exaspera y provoca nuestra cólera. Pero no reaccionamos. No hay cambio. Solo cansancio. Cada vez más viejos, más huraños, más solos, más tristes. Está decidido, ha llegado nuestra hora. Esta tarde terminaremos con esta vida extenuada y a la sombra del olivo donde nos dimos nuestro primer beso escaparemos hacia el tiempo infinito.

Hallazgos

Llegas a la verdad cuando recoges las miguitas que fue dejando la mentira.

Cercanía

Te echaré de menos cuando me vaya más lejos, aunque tu sigas en el mismo lugar.

Greguería

Añoro la tinta de tu pensamiento, le dijo la hoja en blanco a la pluma.

Golosina

El mejor remedio para el alma es un poema con sabor a cañadú.

Ilusión

Nunca se había enamorado del alma de un poeta. Por las noches revivía sus versos.

La puerta.



Hay puertas que cautivan nada más verlas.  Son viejas puertas con historia. Esta lleva incrustada el olor a retama quemada y el aroma del pan recién sacadito del horno de la vieja panadería. La originaria. 

Tras ella, aún se conservan los ecos de las voces de Mariana, su fundadora allá por 1905,  y de María, hermanas de mi bisabuela Remedios, mujeres, las tres, arrugaditas como pasas de tanto trabajar, y luego del maestro pala y de Emilia, una generación herida por la guerra,  y de la risa floja de Lily,  que cogia un bollo "prestado" para dárselo a escondidas a Paquito. "Cosas de chiquillos" le decía el tío Salvador Chines a Miguel de Mariana cuando este les reñía. "¿Que más da un bollo más que menos, Miguel? ".

Pero Miguel vigilaba cada gramo de harina y así amasaba el futuro. Y encargaba a Emilia que estuviera atenta a su niña y no le perdiera ojo a sus trabajadores, que "a veces se distraen", decía Miguel. Ella procuraba cumplir, aunque otras veces hacia la vista gorda porque había gente que no podía comprarse un pan blanco. 

Demasiados hombres acudían al alba muy cerca de la panadería, a la explanada de la Ermita, día tras día, para entrar en una especie de subasta donde los escogían para trabajar hasta la puesta de sol.

"Tú y tú y tú, sí;  los demás otro día, que no hay trabajo para todos. ¡Y tú, Antonio! a ver si te pasas por mi casa y me limpias la cuadra y la corraleta de los cochinos y ya más adelante habrá trabajo", decía el encargado del cortijo.

Menos mal que estaban las cabrillas, me contó mucho despues mi padre —Paquito el huerfano le llamaban— y la leche no faltó nunca ni en los Burgos en casa de su abuela Remedios,  ni en Valle Niza, en casa de su tío Antonio, ni más tarde en casa de su tía María, en los Ruises, donde estaba la panadería; que en todas estas casas estuvo viviendo de niño mi padre, siempre de un lado para otro, rifado. Tampoco faltaban los espárragos, ni los chumbos coloraos recien barridos y lavados. Ni el pan de habas casero, ni el café de cebada. Ni la alegría dentro de la tristeza y la estrechez.

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*Escrito en 2022. 



Travesía

Tú eres la luna, tienes que cruzar el cielo aunque la noche esté nublada y nadie te vea.

Cambios

Se levantó a las siete de la mañana, preparó el desayuno, llevó los hijos al colegio, limpió la casa, puso una lavadora, fue al mercado, tendió la ropa, hizo la comida puso la mesa y la quitó, fregó los platos y los colocó en su sitio. Recogió la ropa, la planchó y la guardó en el ropero. Se tomó un cafe y puso la tele. Decían algo de que las mujeres habían avanzado mucho en los últimos cuarenta años y se acordó de su abuela que se levantaba a las siete de la mañana, encendía la chimenea, molía la malta y ponía el desayuno, hacía las camas, lavaba la ropa en el lebrillo de barro con el restregador de madera y el jabón verde y cambiaba el agua una y otra vez para enjuagar y venía la vecina y ayudaba a exprimir, retorciendo cada una por una punta las sábanas enrolladas, tendían la ropa juntas y luego cada cual a su casa a preparar la comida. Y después de comer fregaba los platos, los peroles y las sartenes. Y le daban las seis de la tarde ordenando y ya no podía más con su cuerpo cuando llegaba el hijo del campo y soltaba las botas en el escalón para que ella le quitara el estiércol de las suelas. Y le decía “qué hay de cenar hoy, que vengo muerto de hambre” y María se levantaba y se ponía a pelar papas y a sacar carne en aceite de la orza. Y comían en silencio, salvo cuando ella preguntaba:
—Abuela ¿mamá trabaja en el cielo tanto como tú?  
—No, hija mia, el cielo tiene esa ventaja, que ya no hay que doblar tanto el lomo. 
Y seguían cenando en silencio a la luz del quinqué.

Escrito al amanecer

La pastilla para evitar la ansiedad le tenía anulada la memoria de lo soñado. Pero aquella noche el sueño debió ser más intenso porque al despertar recordó el suave tacto de una mano en la suya. También recordó que dentro del sueño abrió los ojos y le vio sonreír. Era tan real que quiso darle un abrazo, pero su cuerpo se desvaneció. Durante todo el día le vino la sonrisa y el llanto a partes iguales porque estaba segura de que había soñado con el último amor de su vida. 




Greguería

Como el mago con su magia seduce el poeta con sus versos.

Macrosilencio

 Un minuto de cualquier hora de cualquier día de cualquier mes sin saber de ti.

Escrito

Escrito está que nos conocimos en un cuento a medio camino entre tus versos y mis sueños.


Bailes

En el baile suelto cada uno llevaba su ritmo, hasta que en el momento oportuno cambiaba la música y se bailaba agarrado. La música no se cambiaba sola.

Greguería

Las nubes y la tristeza se hacen mutua compañía, pero cada una oculta lo suyo.

Microcosmos

Tú en el universo sin comas con cuentos y versos sin tiempo.

La urraca y la rana

Andaba la urraca enterrando semillas por el bosque cuando escuchó como alguien roncaba debajo de una hoja. La levantó y allí estaba la rana. Se le hizo el pico agua, pero algo le llamó la atención: aquella rana brillaba; quedaría bien de adorno en su nido. Acercó su cabeza a su corazón sin rozarlo, escuchó su latido bombear en una especie de chasquido. No la despertó.
"Tengo que descubrir el misterio de su brillo”, pensó, y levantó el vuelo.
Al día siguiente,  la urraca volvió. La rana estaba en el lago y de un solo salto se puso en tierra y se escondió tras una roca.
— No me hagas daño —le dijo la rana—. Soy inofensiva. Me gusta nadar y tomar el sol.
— No te quiero hacer daño. Cuentan cosas falsas sobre mí y nadie quiere ser mi amiga. Busco una amiga como tú.
— Pues a mi me pareces bonita. Tu plumaje cambia de color con el sol. Es atrayente.
La urraca correspondió al piropo.
— Igual que tu brillo; es especial, diferente al de las demás ranas. Sube a mi cuerpo y te llevaré hasta el cielo. Ya me contarás tu secreto.
La rana no lo pensó, dió un salto y se subió a la urraca.
— Haremos añicos tu mala fama, dijo la rana confiada y feliz.
La urraca chachareó algo para sus adentros.
Aquella noche, desde el fondo del bosque, se pudo ver un brillo con forma de rana extinguirse poco a poco en el nido de aquel pájaro.

Inventada

Le mantuvo la mirada tres segundos y sus ojos la extraviaron. Perdió la cabeza, cayeron los brazos, se descoyuntaron sus piernas. Se desarmó. Dudó de su propia existencia. Quizás fuera inventada.

Respuestas

Los amores no correspondidos no necesitan preguntar a las margaritas.

Cartas

Leerte y escribirte fue la única forma que tuve de amarte.


(9 de febrero de 2025)

Vampira

No me tientes, que la última vez me quedé con ganas de más. Tu sangre me chifla.

Importancias

 Nunca nada ajeno es importante para los que ya llevan la importancia puesta. 

Greguería

Sienten las palabras los poetas como los pájaros tienen alas.

Juego

Andas sobre el filo de una tapia posando tu suaves almohadillas para no hacer ruido, para no molestar, y de pronto sale ese perro inoportuno que ladra como si no hubiese un mañana. Y por no escucharlo te vas. Pero dejaron la puerta abierta y el perro te persigue. Puede que te alcance y te deje maltrecha una de las pocas vidas que te van quedando. Pero a pesar de todo, al día siguiente vas y te vuelves a subir a la misma tapia y te colocas otra vez en ese mismo filo. ¿Por tu espíritu aventurero? no, que va, eso hablaría bien de ti, no seas vanidosa. ¿Porque al otro lado huele bien? un poco sí. Pero a ver si va a ser que el fondo te gusta jugar con el hijo de la vecina al pilla pilla. Mañana le toca a él hacer de gato.

Un buen partido

El tendero ambulante siempre le causaba inquietud. Era vecino de una aldea cercana. Nada más bajar del mulo le clavaba en las tetas su estólida mirada de ogro con hacha a punto de cortarla como si fuera un tronco para alimentar un fuego. En su presencia se sentía intimidada y le costaba trabajo respirar. Su madre, sin embargo, le ofrecía agua del búcaro y le daba paso a la cocina para dejar los comestibles. Ella los ordenaba y luego salía en estampida, sin despedirse.
—¿Por qué eres tan seca? No seas maleducada, ya no eres una niña —le dijo la madre aquel día cuando él se marchó.
— Me cae mal, no lo puedo ocultar. No sé por qué insiste, madre.
— Es un buen partido; no hay muchos hombres por aquí como él. No nos faltará de nada.
—Pues si tanto le gusta, hágase usted su novia.
— Yo ya soy vieja, hija, y los hombres ya se sabe. Pero tú deberías pensar...
No la dejó acabar, le dio la espalda y salió de la cocina dando un portazo.
El resto del día un silencio espeso se hizo entre las dos.
Al caer la noche, mientras una rezaba el rosario la otra pedía perdón a Dios por querer abandonar a su madre en aquel último rincón del mundo.

mirada

 Mi gata no sabe que siento cuando la miro. La misma incertidumbre tengo yo cuando me miras tú. 

Confusión

Apenas sabemos que el mundo no es como creíamos, decidimos utilizar la imaginación para poder soportarlo, siendo plenamente conscientes de la doble vida, entre lo real y el sueño, que llevaremos hasta el final de nuestros días. A veces nos confundimos. 

En la Nada

— Pero tú, ¿en qué piensas?

 — Pienso en la Nada.

— ¡Pero si la Nada no existe!

— Eso es lo que tu crees, pero yo he vivido en ella.

Canción de noche

Cuando llega la noche y el sueño no viene, yo me canto una canción. Suya es la letra y mía la música.

Misterios

Cuando era niño, tenía la manía de diseccionar los juguetes para ver lo que había dentro. Abrí en canal el tren de hojalata que me regaló mi abuelo y me quedé sin él, desarmé el coche eléctrico que me regaló mi padre y lo perdí para siempre. Luego, comprendí que si quería escuchar música no podía romper aquella caja mágica a la que llamaban radio. Ahora tengo un amor.

Valor


A ti no te valía la pena el tiempo que perdías y a mi me valía la alegría el que ganaba.

Fantasía

El sueño de una fantasía es crear una nueva realidad.

Pompas

Disfrutaba la niña con las pompas de jabón; las irisaciones que producía la luz del sol en su redondez imperfecta le fascinaban. Pero pensaba que eran solo un mágico envoltorio de algún prodigio extraordinario que sucedería en algún momento ante sus ojos. Cuando explotaban se entristecía, pero enseguida hacía otra y sus ojos volvían a iluminarse. Así era la ilusión más pura.
Con el tiempo, supo la niña que todas las pompas de jabón acaban explotando y que ninguna tiene nada dentro. Fue entonces cuando se enamoró de los colores que las adornan mientras permanecen suspendidas en el aire.

Azares

Puse una gata de tres colores en mi vida; mi abuela decía que daban buena suerte. No conté con aquel maldito felino que vino a rondarla y se comió mis sardinas. Era lo único que tenía para comer aquel día de calor infernal. Tuve que bajar al bar y en la esquina tropecé, literalmente, con un vecino. Nos disculpamos mutuamente y me invitó a una cerveza, nos conocimos y me enamoré. No fue el destino, fue el azar disfrazado de unos bonitos ojos verdes y una sonrisa amplia llena de dientes muy blancos. También se comió todo el pescado y solo me dejó las espinas.

Finales

Cuando empiezo una historia ya no pienso cómo acabará porque el final nunca fue como yo lo imaginé.

Oportunidad

 — Si viviéramos otra vez, estoy segura de que nos encontraríamos antes.

¿Volvemos?.

Renegación

Nunca antes se había olvidado tanto. Europa está perdiendo la memoria.

Elección

Tuvo la oportunidad y la ocasión de elegir. Pero nunca sabrá que hubiera pasado si hubiera elegido el otro camino. Pero a todo lo que ocurrió porque eligió el que eligió le llaman suerte, o mala suerte o destino. Aunque si hubiera elegido el otro, a lo que hubiera acontecido le llamarían igual.

Mustio

En enero de mil novecientos diecisiete, Doña María, enferma de tuberculosis y viendo cercana su muerte, decidió casar a su sobrina Conchita, de diecinueve años, huerfana de padre y madre, con su hermano Antonio, viudo con un hijo y veinte años mayor que aquella.

Una vez celebrado el matrimonio y en la misma noche de bodas Don Antonio le dejó claro a Conchita por la vía de los hechos que no podía consumar. Para Conchita fue un verdadero alivio. Aunque pronto comprobó,  para su desgracia, que su tío no estaba en condiciones de ofrecerle casi nada, porque ni tan siquiera tenía sesera para llevar la abacería. Tenía que hacer algo o acabarían siendo pobres. Así que le sugirió sutilmente a su marido que dejara en sus manos el negocio.

Don Antonio le dijo que ni hablar, que no iba a consentir que su mujer estuviera trabajando de cara al público, y un día se presentó en la abacería con su hijo Miguel para que fuera el encargado. También metió a una muchacha que vino del pueblo para atender a la clientela.

Pasado un mes, Don Antonio miraba a la tendera con ojos de deseo. Conchita reparó en ello, pero, vistas las capacidades amatorias de su marido, no le preocupó. Para ella estaba mustio.

Pero pasaron dos meses y la tendera se sonrojaba cada vez que el hombre aparecía por la tienda, mientras Don Antonio se regocijaba dentro de su traje; detalle este que no se le escapó a Conchita, que asombrada decidió celebrar el acontecimiento despojándose por fin de sus enaguas en la cama de Miguel.

La abacería resultó ir de viento en popa.

Amanece

Ya no me embarga la tristeza a la hora vespertina cuando en estampida los pájaros se retiran a sus nidos. Tampoco temo al conticinio cuando se palpa el silencio y un hacha pareciera cortar el aire con su gruesa hoja de acero. Tampoco me produce inquietud la puerta cerrada de mi corazón solitario, ni me cuesta respirar cuando los vecinos apagan la luz y la noche se cierne sobre mí. Me basto sola para iluminarme el alma y sofocar mi corazón de fuego. Tampoco hace falta ya que tu vengas a traer el sol por las mañanas.

2020

Sana, sanita, sana...

...culito de rana, si no sanas hoy sanarás cuando llueva y se llene la charca.

Greguería


Una cosa es ser tonta y otra caerse del bote.

 

Greguería

 Que más quisiera yo que ser pájaro para anidar en tu árbol.

En la sombra

El calor quema, abrasa

la calle se derrite

mi casa es un refugio de sombra.

Este infernal verano

presiento soledad

deseada como la sombra.

Me abandono

al deleite del paso lento del tiempo 

al sereno existir en la sombra.

Y me llegan recuerdos de ti

tan lejanos ya

como  las sombras.


Escrito en 2005






El regalo

Me regalaste una canción y me puse a bailar frente al espejo como cuando era niña. Cerré los ojos un momento y te imaginé. Cuando los abrí ya no era yo la reflejada. Una silueta, al principio difusa, se fue perfilando ante mi, haciéndose cada vez más nítida y tomando la forma de tu cuerpo. Tu sonrisa y tus ojos acabaron por definirse. Te hiciste tú y yo me acerqué a ti. Tus brazos me rodearon, los míos te acogieron. Me fui contigo. Aún no he vuelto.

(24 - 05 - 2024)

Amor fantasma

Salió de la habitación haciendo eses por el pasillo hasta que se topó con la pared y la traspasó. Al otro lado, él la esperaba ilusionado para vivir su primera noche de amor, libres ya de las ataduras corporales.

Lluvias

Este año ha llovido barro y en el pueblo fue muy comentado. Los viejos decían que una vez llovieron ranas y las mujeres contaban que lo que llovió, en realidad, fueron renacuajos. Pero esto de las lluvias extrañas no es una novedad. Mi abuela cuenta que en el año en que ella vino al mundo llovieron sombras. Y añade siempre como una coletilla “y eso fue en el 36”.

Greguería

En la última página, el libro puso fin y se quedó sin palabras.

imagen digital



 

Greguería

 ¿Para qué buscas una media naranja si tu eres un completo melón?

Deseo

Que más quisiera yo que ser todavía primavera, dijo el verano sobrevenido.

Incertidumbre

Como no tenía miedo, ni frío, ni hambre, imaginó cómo actuaría si un día le atacaba un monstruo en medio de la noche en un desierto helado y sin maná. No tendría recursos porque no estaba entrenado. Así que contrató a un couch que se lo pusiera difícil. Las pruebas empezaron pronto a subir de nivel hasta que llegaron a ser coercitivas. Por fin creyó que estaba preparado para soportar lo que viniera, aunque no sabía lo que le esperaba porque un monstruo se le había instalado dentro.

Microamor

Duró lo que dura la vida de una mariposa blanca.

Greguería

Quiero aprender Braille para leerte cuando no te vea.

Doña Lorenza

Doña Lorenza la solterona, rubia, ojos color verde oliva, de unos cuarenta y tantos, tenía una tienda donde vendía legumbres, aceite a granel, carne de membrillo, chocolate y cerveza, con un emparrado en la puerta bajo cuya sombra impartía cada tarde clases de costura y bordado a las niñas del pueblo en edad de empezar el ajuar, aunque el novio no hubiera aparecido todavía.
A las cinco y media de la tarde, con rigurosa puntualidad, llegaba en bicicleta Miguel, al que Doña Lorenza quería como un hijo desde que de niño quedara huerfano de madre. Se mantenía a una distancia prudencial, posado sobre sus albarcas silenciosas; esperando.
Las malas lenguas podrían añadir alguna historia de amoríos entre Lorenza y el padre de Miguel, el típico caciquillo de pueblo, pero no vamos a dar aquí pábulo a chismes de comadres y tabernas.
El chaval, alto y bien hecho y con unos ojos negros que quitaban el sentido, era ya un hombre y su presencia alborotaba a las quinceañeras. Sobre todo se inquietaba Remedios que se levantaba de la silla cada cinco minutos con cualquier pretexto. Pero Doña Lorenza era la mar de comprensiva y, cinco minutos antes de que terminara la clase, le daba permiso para que diera por terminada la labor.
— Anda, hija mía, que pareciera que tienes un garbanzo en el culo. Ve, ve, y ya vuelves mañana, que de coser vas a tener tiempo, pero el amor pasa volando como las mariposas.
Y allá que se levantaba rauda Remedios y se montaba en la bicicleta con Miguel y se marchaban por aquellos caminos de tierra a pintar un corazón con dos flechas en el tronco de cualquier algarrobo, mientras a Doña Lorenza se le caían dos lagrimones.

Presagio

Ni yo misma me entiendo cuando te pienso. Por eso procuro no pensarte. Pero el agua ha caído hoy como en aquellos días en los que tu y yo veíamos caer la lluvia con la nariz pegada a los cristales y el vaho de nuestro aliento terminaba por empañarlos. Un dolor agudo me atraviesa el recuerdo. Mejor que no llueva. 

Epílogo del Génesis

 
 
Al abrir los ojos, vio Dios un mundo sin hombres y cayó en la cuenta de que había descansado demasiado tiempo.
―No importa, ahora está perfecto ―pensó. Y se sumergió en el más profundo de los sueños eternos.


4/11/2011


El cuento de la buena mujer

Ella tiene que estar donde tiene que estar cuando tiene que estar porque le toca. Y cuando ya no tiene que estar pues no está porque ya no hace falta que esté. ¿Quieres que te lo cuente otra vez? Que yo no digo ni que sí ni que no. Sino que si quieres que te lo cuente otra vez.


Trampa

Víctima de una implacable araña virtual, se encontró envuelto en una trampa de hilos invisibles.


Una maestra en apuros

— ¿Y eso se lo has contado a papá y a mamá? 

— ¿El qué?

— ¿Que tienes pensado volar en la bici? 

— No, quiero darles una sorpresa.

— Pero verás, Juan, los niños tienen que contarle a papá y a mamá todos los planes que tengan. ¿Y a dónde piensas volar, Juan?

— Desde mi calle al cielo, como Eliot y ET

— Pero las bicis de verdad no vuelan, cariño.

— Si vuelan, yo las he visto volar. 

— ¿Cuándo?

— En la película.

— Pero en la película es una fantasía, cielo.

— Pero mi mamá me ha dicho que si lo deseas mucho mucho los sueños se pueden cumplir. Y que si tú los persigues para cogerlos los alcanzas.

— Pero volar con una bici es imposible Juan. Hay que volar dentro de un avión con mamá o con papá o con una persona mayor.

— ¿Y en avión se llega a donde está el abuelo? 

— No cielo, el abuelo está en un cielo que está más lejos.

— Pues yo quiero ir aunque esté más lejos. Mi bici es fuerte y veloz.

– ¿Sabes una cosa Juan? Escúchame bien. Escuchadme todos. Todos vamos a ir al cielo algún día. Pero tenemos que esperar mucho tiempo porque hay cola para ir ¿Lo entiendes cariño?¿Lo entendéis?

— Sí, como cuando fuimos al cine, a ver ET, que había cola.

– Sí, eso, pero la cola para ir al cielo es muy larga y aburrida. Así que es mucho mejor hacer otras cosas mucho más divertidas. Toda la vida, ¿vale?

– ¡Vale! Entonces puedo ir con la bici a otro sitio mientras? 

– Claro, cariño. Pero siempre se lo tienes que decir a mama y a papá. ¿Vale?

–  Pues entonces iré a la luna, como los astronautas.

Greguería

Los hay tan perdidos que siempre se están buscando.

De cuentos

Él se quitaba de cuentos. Iba al grano, que era lo que le daba de comer. No pensó que si seguía engordando acabaría en la olla, comidos por otros. Como el Gallo Quirico.

Espacial

Ya sé que tu eres espacial. Pero yo no tengo telescopio.

Greguería

 Los fines de semana siguen siendo sagrados. Más para re-picar en el bar que para ir a misa.

Imagen digital



Engelante


Como jugo de dolor exprimido se escurre la lágrima de la diosa, se desliza por la mejilla sonrosada en su camino hasta la comisura de los labios, resbala por la barbilla y se precipita como gota de lluvia hacia el espacio helado, y en mala hora cae en el fondo del vaso del que será el último whisky de una trágica noche de perros violentos, convirtiéndose en diminuto cubito de hielo petrificado.

Amor anónimo

Ayer en la mañana el cartero dejó en el buzón una carta sin remite con un corazón  sin nombre. Me sentí como un chiquillo a pesar de mis años. Encendí la radio y me puse a bailar. Regué mis flores y entoné una canción. A media tarde me bañe en agua templada, me puse guapo y me vestí con una camisa de colores. Estoy ansioso por recibir la próxima carta.


Greguería

El amor es una cometa. Nunca hay que soltar el hilo y siempre necesita aire.

Demasiado tarde

Tal vez en otro momento, padre. Pero ahora no. Ahora voy a ser el garbanzo negro de la familia que no acude con puntualidad allí donde se le espera; ese mal hijo que desprecia el cargo de gerente que me ofreces en tu prestigiosa fábrica de cerveza, donde podría llegar a ser un hombre de éxito, como es tu deseo. Pero ahora no. Porque ahora quiero pedalear hasta el pico más alto de mis sueños y vivir mi propia carrera. Tal vez vuelva luego demasiado tarde, tras un paseo desigual por la vida. Pero sólo entonces podré sentarme tranquilo en la puerta de tu casa, a la sombra de tu parra, frente al mar, contemplar la belleza de los rizos que el viento provoca en las olas y recordar sin angustia aquel día en que me quisiste enseñar a nadar. No me ofrecías tu mano cuando me hundía y me ahogaba. Aún recuerdo la sirena de la  ambulancia y el llanto de mamá a mi lado. Esperaste demasiado para salvarme.


* Este relato ha sido escrito dentro de las normas establecidas en Club de Teatro y Lectura de la Viñuela (Málaga). Se trata de hacer un relato de no más de 180 palabras con diez palabras dadas. Una buena prácticas para crear hábito de escritura, probar diferentes temáticas y aprender unos de otros.

Greguería

Hay secretos que son a voces. Pero causan más efecto los susurrados desde la tumba.

Insoportable

Desde que voy al gimnasio estoy en un estado mental por encima de mis posibilidades. Será cosa de la dopamina, de la serotonina y de la endorfina o será producto de mi imaginación. Tendría que ser realista y poner los pies en la tierra. Se lo digo a la luna todas las noches. Pero ella también tiene sus cosas y se queja de que al parecer está encogiendo. Y yo le digo que eso es normal, que cuando nos vamos haciendo mayores cada año se encoge un poco, no se si porque los huesos menguan o lo que mengua es la cabeza en si, toda ella entera. Creo que es lo primero, porque si fuera lo segundo ya habría por ahí algunos humanos  como pollos sin cabeza andando por la calle. Aunque yo imagino a unos cuantos sin cabeza y no me da pena;  no se perdería nada, vamos, que se ganaría. Viviríamos en paz y puede que hasta la luna dejara de encoger, porque a lo mejor lo que le pasa es que tiene el corazón encogido del horror que ve, aunque desde allí arriba no se sienta tanto como aquí. Quizás por eso yo tiendo a elevarme, porque de cerca es insoportable. 

¿No hay una Justicia Universal rápida  para los pollos salvajes?

Reverso

No le gustaba su pasado y se inventó otro. Acabo por negar el segundo y se inventó un tercero. En cada decepción, tropiezo o error su cerebro le fabricaba una nueva vida cada vez más alejada de la original hasta que llegó a ser su propio reverso. Mejor reinventarse que reconocer errores,  mejor reinventarse que pedir perdón,  mejor reinventarse que seguir siendo yo, se decía. Se reinventó tantas veces que cuando murió nadie le recordó por nada duradero. Su recuerdo fue tan volátil como el suspiro de un gorrión. 

Memorias

Un día encontró una memoria en el contenedor de basura y se la colocó de adorno en la cabeza. La suya la tiró al río del olvido, llegó al mar de la soledad y se la tragó una ballena azul. ¡Azul tenía que ser! 

Al día siguiente, no reconoció ni a su madre. Tampoco le reconocí yo a él.

Greguería

La utopía de las letras es formar una palabra con todo el abecedario. 

Greguería



 Lo inesperado sucede cuando te enamoras del alma de un poeta.

En la cocina

El recipiente para hacer la receta era de tamaño medio. Había que tener cuidado con las medidas y la proporción de cada ingrediente y cogerle el punto a la cocción. Admiración era larga, pero se quedaba corta, de modo que la echó a la olla. Amistad le pareció perfecta aunque tuvo que añadirle Comunicación para completarla. Cuando el agua empezó a hervir añadió Imaginación y Empatía y lo cocinó todo con mucho Amor. Finalmente pronunció el Abracadabra. El resultado fue una exquisita sopa de cuento.


El viaje

De niño, mi sueño era tener un coche de pedales de color rojo y con bocina. Pero eran muy caros, así que me tuve que conformar con el pedal de la máquina de coser de mi madre y mover la rueda grande para un lado y para el otro como si fuera el volante. A mi madre no le gustaba aquella idea y me abrió una libreta de ahorros y a los dos años me regaló una bicicleta.

Fue con aquella bicicleta con la que un día llegué a tu casa y nos hicimos amigos. Nos pasábamos la vida jugando bajo la sombra de la parra, pero un día, al poco tiempo, nos dejaron bajar en bici a la playa con mi hermano mayor y allí hicimos castillos de arena y chapoteamos entre las olas; nos gustó tanto que ya fuimos todo el verano. Cada día veíamos pasar el tren y siempre le decíamos adiós con la mano a los que miraban el paisaje por la ventanilla. Hasta que un día, pasado el tiempo, fuimos nosotros los que viajamos en el tren con tu abuela y pasamos por los túneles, que dentro del tren parecía que era de noche, aunque contábamos hasta diez en voz alta y enseguida se hacía de día, y nos reíamos porque era como un juego.

Y volvimos más veces a la ciudad y fuimos al parque y a ver los patos del estanque y nos tomamos nuestra primera cerveza con mucha espuma, tanta que rebosaba y nos dejaba unos bigotes blancos que nos hacían parecer payasos y yo limpiaba con mi pañuelo tus labios y vaya sonrisa bonita que tenías. Y fuimos al puerto y vimos los barcos y aquello sí que fue soñar a lo grande, porque ese viaje sí que tendría que ser una verdadera aventura: cruzar el mar, tan azul y tan inmenso, contigo.

Fue entonces cuando nos hicimos novios formales aunque tardamos unos años en casarnos. La boda fue muy bonita y muy alegre y yo no he visto en mi vida novia tan guapa como tú ni tanta comida hecha en los peroles de mi tía ni tanto pan blanco junto, ni tanto baile de rueda.

Luego nos fuimos a vivir a Málaga y montamos una tienda y tuvimos a nuestro hijo, que cumplía un año aquel maldito día en el que los militares salieron a la calle. Y vino la guerra que ganaron y tuvimos que irnos andando por la carretera de Almería y nos salvamos de milagro porque nos tiraban desde el mar y llegamos hasta Alicante, donde también había un puerto. Y sí, viajamos en un barco grande, pero no fue como en nuestros sueños porque nunca pudimos volver. 

Y ya solo nos queda el viaje ese que tú y yo sabemos, en el que vamos dormidos para siempre y no vemos el camino. Como tu ahora, que ya no me ves, aunque creo que sí me oyes porque lo siento en tus manos.

Leyenda

Al principio la niebla lo cubría todo, hasta que los dioses insuflaron al mundo su soplo divino y un pájaro azul inauguró el vuelo libre en el aire. Luego los dioses crearon al hombre y este inventó la jaula

Fragmento del Paraíso



El Paraíso es un árbol delicado, con hojas tiernas, flores diminutas de olor muy fino y fruto ovalado del tamaño de una aceituna pequeña. Su ramas son frágiles y su sombra refrescante y dulce. Dicen los que son dados a magias y supersticiones que es un árbol que da suerte al que lo posee en su jardín.
Crecí contemplando un Paraíso y lo hice compañero de mis juegos y de mis sueños, con sus frutos jugaba lanzándolos al agua para ver hasta donde llegaban las ondas y en su tronco grabé con una piedra mi primer corazón de enamorada.
Ahora, cuando la vida ya me ha transcurrido sobre la piel y el corazón, a veces alegre y otras amarga, ahora, cuando sólo recuerdo de mi infancia lo feliz y lo mágico, veo ese árbol en los parques de Sevilla y se me revela como un dios pagano al que podría idolatrar, como un símbolo de lo que fue mi paraíso perdido. Me acerco al árbol y lo huelo, recojo de sus ramas sus hojillas tiernas y menudas y las aprieto entre mis manos. Y aún quisiera acercarme más, abrazar su tronco, y por los círculos que marcan la edad en su interior, volverme, como si fuera un túnel del tiempo, al pasado feliz.
(Escrito en 1985)
 

Greguería

Una vez dijo miau y toda la vida comió pescado.


Propuesta

Si me das una palabra la junto con la mía y hacemos un cuento

Greguería

A la sombra de la parra sabían los besos a uvas con queso.

Greguería

 El día menos pensando es el más espontáneo. 

Greguería

 En el principio, las palabras congeniaron con las piedras y se inventó la escritura.

🔡 

Monos

Me amenazó con mandarme a pintar monas. Aproveché la ocasión y le tomé la palabra, pero me decanté por el género masculino de la especie. Ahora pinto monos con el cuello adornado por un búmeran.

Greguería

 El niño quiere ser piloto porque su abuelo está en el cielo. 🛩️ 🛩️

La culpa


Se recuerda escondido detrás de aquellos arbustos, ovillado sobre sí mismo como su madre lo tuviera en el vientre, mordiéndose los labios, sangrándole la boca, orinándose en los calzones como un chiquillo cobarde, llorando por dentro, maldiciendo su vida y aquella guerra, paralizado y muerto de miedo como lo está ahora, veinte años después de aquel fatal minuto en el que el capitán Santiago ordenó apunten, disparen y fuego y su padre, con la cabeza alta y el puño levantado, recibiera en el centro del corazón la bala que lo mató y cayera desplomado al suelo junto a la tapia del cementerio sin que él moviera un músculo para impedirlo, sin gritar basta ya bastardos que es mi  padre, que esto es un  error, que él no ha matado a nadie. Pero no dijo nada. Nada. Por eso ahora se mantiene firme, de frente, con la cabeza alta y el puño izquierdo levantado, al igual que hiciera su padre en el momento de su muerte, y sin pedir perdón a Dios ni a nadie por su venganza, con la mano derecha se coloca la pistola en la sien, apunta y dispara.

16/03/2014

Investigación

En todas las familias extensas hay algunos garbanzos negros. Pero se sospecha que en la suya solo existe uno blanco y hay que averiguar quién es. 

Cese y dimisiones

Sentó la cabeza y cesó al corazón. El resto del cuerpo dimitió de todos sus cargos.    cargos

13/12/2011

Mensaje para Bécquer

 El amor cuando se olvida... se va... ¡a paseo!

Volver

Despuntaba el sol cuando aparecieron por encima de la Torre de Zaga dos misiles compitiendo por ganar un pedazo de infierno más. Escuché gritar a alguien cuerpo a tierra, obedecí sin pensar. Cerré los ojos, apreté los dientes y anhelé con todas mis fuerzas volver a la cueva, ahuyentar con fuego a las fieras y pintar bisontes.

El viejo mago de la calle Goles


Usted no me creerá porque me ve como me ve, no solo viejo, sino vencido y derrotado, que es la peor vejez que puede existir, pero yo le juro que, durante los años ochenta, fui el mejor mago de España. Sí, aquí donde me ve, que no tengo hoy donde caerme muerto. Puede venir conmigo a mi casa; bueno, a la habitación donde vivo, aquí, a la vuelta de la esquina, en la calle Goles, porque ya no tengo ni casa, que la mía me la embargó el banco; así se porta este país con los viejos y fracasados como yo.

Échese un trago amigo, que hoy invito yo. 

Como le iba diciendo, era un buen mago.  Trabajé en el Circo Mundial, en el Gran Circo Ruso, en el Teatro de la Magia. Guardo todos los recortes de periódicos de aquella época, las fotos y todos los reportajes donde se alababa mi destreza. Pero de la noche a la mañana dejaron de contratarme. Mis números se estaban quedando anticuados; eso fue lo que me dijeron. Aunque creo que la razón fue otra: los niños ya no se sorprendían cuando veían a un conejo salir de la chistera, a una paloma aparecer entre un pañuelo o a la pobre Verónica escapar indemne de los siete cuchillos que atravesaba el cajón. Pobre muchacha; está peor que yo: muerta y enterrada; tuvo un accidente ¿sabe usted? Aunque tal vez sea mejor morir así, que sufrir esta humillación.

Pero tome usted algo, hombre de Dios. Un vino que le caliente el estómago.

Lo que pasó, en realidad, no es que mis trucos estuvieran pasados de moda o que yo hubiera perdido facultades, es que los niños dejaron de creer en la magia. Me lo dejó claro un chavea el último día de trabajo; esas cosas no se olvidan. Tendría unos diez años y se colaba todos los días en el anfiteatro del circo; se sentaba siempre en la primera fila, para ver las fieras de cerca, decía. ¡Jodio chaval!

Aquel día, al termino del espectáculo, me acerqué al él y le pregunté por qué no se inmutaba con el número de la paloma, ni con el del conejo. Se me encogió de hombros ¿sabe usted? y me contó que tenía una máquina en su casa más divertida que yo. ¡Una máquina! ¿puede usted creerlo? «Una videoconsola», me dijo. Ese fue el principio del fin; la ruina de los magos, de los ilusionistas, de los payasos y de los Juegos reunidos Geyper. Sí, sí, no se ría. También la ruina de la conversación. El mundo avanza, dicen.

¿Quiere otro vasito de vino? Ha dejado de llover, pero es temprano. ¿Camarero!

Y perdone mi atrevimiento; a lo mejor le canso con mis cosas. Es que me pongo hablar y no paro, será por el poco tiempo que hablo con alguien. Vivo solo, ¿sabe usted? Hay que aprovechar estos ratos, que mañana no se sabe. A lo mejor nos cae un satélite encima o un misil que se le escape a los rusos o a los americanos o vaya usted a saber de donde viene. El enemigo está en cualquier parte. Este mundo ya no es nuestro, si es que alguna vez lo fue.

Camarero, unas aceitunitas para el amigo.


11/2/2011

Imagen digital °



Nueva vida

Se miró al espejo y el alma se le partió en mil pedazos. Pero no se agachó a recoger los cristales.

8/11/2011

Cielo en las nubes

Al nacer mi padre me puso Cielo y en mi juventud mi madre decía que yo siempre estaba en las nubes. Luego, un suceso de carácter familiar que no quiero concretar provocó mi caída libre y sin red hacia la tierra. Me di un gran golpe y durante mucho tiempo no levanté los pies del suelo. Ahora, tras darme un largo paseo por la vida, regreso de nuevo a las alturas.
No creo que vuelva: me coge de paso.



3/05/2012

Greguería

La infancia es la magia del tiempo; la vejez, el descubrimiento del truco.

Decía mi abuela que...

...cuando una persona habla mucho no todo lo que dice puede ser verdad. 

(A veces, me tapo los oídos para seguir creyendo en algo).

Imagen digital: ciudad de luto

 


LLueve ahí afuera

Aquella noche, a la hora acostumbrada, cogió las gafas, se las colocó justo encima del ángulo que el perfil de su nariz aguileña dibujaba y abrió la novela de Corín Tellado por la señal que había dejado la noche anterior.
Apenas llevaba diez minutos leyendo, mi madre se levantó sobresaltada de la mecedora de rejilla, soltó el libro en la mesa y se dirigió a la ventana. Abrió los postigos y se quedó ahí, mirando hacia fuera, escrutando la oscuridad. Algo había oído que parecía preocuparle.
Parece que la estoy viendo como si fuera ayer y ya hace más de cuarenta años; de espaldas a nosotras, alta, derecha, peinada con un moño a modo de roete que le dejaba el cuello libre y vestida de negro, siempre de negro; aquella noche también.
Estaba lloviendo. Más bien diluviaba ahí afuera. Pero mi madre nos dijo que un hombre rondaba la casa y que iba a salir.
Tenía apenas siete años, pero percibí el peligro cuando ordenó que nos metiéramos debajo de la cama y que no saliéramos hasta que ella volviera. Y más aún lo percibí cuando la seguí hasta el corral y la vi coger un palo enorme, el más grande que tenía. Y más aún cuando nos dio un beso a cada una y desapareció de nuestra vista tras cerrar la puerta y mi prima rompió a llorar. Y entonces lloré yo también, mientras mi prima tiraba de mí hacia el dormitorio y me empujaba hacía el suelo para que nos metiéramos debajo de la cama; como mi madre había ordenado.
Estábamos a oscuras y tiritábamos, aunque no sabía si de frío o de miedo. Antes de esa noche yo había sentido miedo alguna vez, pero nunca de alguien. Ahora tenía miedo de ese hombre desconocido que dijo mi madre que rondaba la casa. Esta casa que está en medio de la nada, rodeada de cerros por todos los puntos cardinales y a la que hace cuarenta años solo se podía llegar a pie por un caminito estrecho y pendiente que la separaba del pueblo unos tres kilómetros. Y aquella noche diluviaba y había una oscuridad impenetrable, de esas que hacían pensar que cualquier hombre que hubiera llegado hasta aquí conocía el camino y no podía venir a nada bueno. Eso decía mi madre antes de salir por la puerta con el palo en la mano y muy enfadada. Porque sí que parecía que ella supiera los motivos de aquel hombre para venir a rondar nuestra casa.
Encima de la mesita de noche había un reloj despertador blanco (el viejo despertador de la abuela) con las manecillas negras y los número romano muy grandes; lo recuerdo muy bien porque durante toda la noche, mi prima y yo, oímos el tictac del tiempo debajo de la cama. Un tiempo infinito. Interminable. Mi madre no volvió y al amanecer pensamos que se habría ido.
«Será sinvergüenza, será canalla, será ladrón», dijo mi madre antes de salir por esa puerta. Siempre me he preguntado si aquello fue valentía.
Lo recuerdo muy bien: sinvergüenza, canalla y ladrón, fueron sus palabras. Las últimas que yo escuché.
Sinvergüenza, canalla y asesino, debió adivinar ella, porque él había venido a matarla.
Llueve ahí afuera, más bien diluvia. Y el hombre desconocido aún ronda esta casa. Nunca le vi, a pesar de que era mi padre.

17. 7. 2012  

El hilo

— Me rindo.
— ¿Recuerdas a la abuela cuando nos tejía los abrigos de lana con aquellas agujas?
— Inolvidable en aquel sillón de flores; lo hacía al caer la tarde.
— Sí, pero cuando se equivocaba o no le gustaba como estaba quedando destejía, volvía a ovillar el hilo y empezaba de nuevo. A veces con otras agujas, con otro punto.
— Es complicado.
— ¿Por qué? 
—  Porque ya no soy la mujer que se equivoca y vuelve a tejer sino el hilo desgastado del abrigo destejido.
—  Siempre hay algo que nos recicla.
— Sí, volver a soñar. Hasta que caiga el telón.

                                 🧶

                            

Disolución

Se extingue el fuego en el hogar y el último hilo de humo se escapa por la chimenea. Al fin, los amantes se disuelven en el aire.

3/6/2014

cuestión

¿Vivimos porque soñamos o soñamos porque vivimos?




Había una vez

... un cordero que se disfrazó de lobo para poder sobrevivir y acabó liderando la manada.

27/3/2012

Greguería

El pingüino se vistió para bailar un vals, pero no tiene dotes.

🐧

Imagen digital


Imagen digital de Ulla Ramírez